Uniandes EPISTEME. ISSN 1390-9150/ Vol. 5/ Nro. 3 / julio-septiembre/ Año. 2018/ pp. 239-248
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veces no direccionan actividades para ello, centrándose solo en rebajar los costos y riesgos
que puedan repercutir en sanciones, en inversiones y reparaciones económicas en sentido
ambiental.
Para la empresa, en el criterio de Hurtado, Arimany-Serrat, Ferrás, y Mejide (2016), y
Martínez, Vera, Vera, y Gonzáles ( 2016); la obtención de una cuenta de resultados positiva,
como objetivo de la gestión empresarial, es reduccionista. Tal condición es necesaria pero no
suficiente de permanencia, porque la empresa podría entrar en un proceso de insostenibilidad
si no se adapta a las restricciones ambientales de su entorno.
El Instituto Colombiano de Normas Técnicas define al sistema de gestión ambiental como
aquellos elementos (procesos, procedimientos y métodos) mediante los cuales una empresa
planea, ejecuta y controla las actividades que están encaminados a dar respuesta a los
objetivos planteados desde el contexto de la conservación y un manejo adecuado del medio
ambiente en que se refleje el desarrollo sostenible (ICONTEC, 2014).
Es así que, los resultados de la gestión ambiental en las empresas reflejan el nivel
compromiso de los actores frente a los objetivos planteados; siendo reconocido por Arguello
y otros (2017) el comportamiento de la empresa como Responsabilidad Social Empresarial
(RSE).
En el mismo sentido, Rodríguez Córdova (2016) aclara que el sistema de gestión ambiental
es una vía expedita para la consecución de los objetivos y que dentro de las etapas que lo
conforman se fortalecen las prácticas ambientales, según contempla la NC ISO 14001
“Sistema de Gestión Ambiental”.
En concordancia a los antecedentes bibliográficos se considera, por un lado, que la gestión
ambiental surge de la necesidad de preservar y proteger el ambiente, y por otro, que
constituye el conjunto de políticas, normas, actividades operativas y administrativas de
planeamiento, financiamiento y control estrechamente vinculados, que deben ser ejecutados
por el Estado y la sociedad para garantizar el desarrollo sustentable y una óptima calidad de
vida.
En ese sentido, la Evaluación Ambiental Estratégica aparece como una opción que integra la
política ambiental con la social y económica para los sistemas de gestión ambiental (Ortiz &
Núñez, 2016). A partir del concepto presentado por Becerra (2002) y, García y Restrepo
(2015) las guías ambientales corresponden al concepto mundial de buenas prácticas
ambientales o mejores prácticas ambientales, instrumentos técnicos en donde se consolidan
modelos o esquemas para el mejoramiento de la gestión, manejo y desempeño ambiental de
los sectores productivos.
Para alcanzar esta solución, Von Bischhoffshausen (2016) analiza el escenario de la manera
siguiente: el poder político presiona a través de la legislación, los grupos ecologistas a través
de acciones públicas, los consumidores comienzan a exigir productos “verdes” en el mercado,