Una descripción etnográfica sobre la manifestación arquitectura inca en Huaytará y los andenes, Perú
An Ethnographic Description of Inca Architecture Manifestation in Huaytará and the Andenes, Peru
DOI: https://doi.org/10.61154/metanoia.v11i1.3788
Juan Ramos López 1
Lucio Alberto Sosa Bitulas 2
Luz Yoselin Jayo Jeri3 3
1 E- mail: juan.ramos.10@unsch.edu.pe Afiliación: Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, Perú. ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5324-2554
2 E- mail: lucio.sosa@unsch.edu.pe Afiliación: Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, Perú. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0328-9674
3 E- mail: luz.jayo.10@unsch.edu.pe Afiliación: Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, Perú. ORCID: https://orcid.org/0009-0006-1848-2994
Recibido: 15/09/2024 Revisado: 13/11/2024
Aprobado: 29/11/2024 Publicado:01/01/2025
RESUMEN
En el presente artículo se plantea un recorrido etnográfico sobre la manifestación arquitectónica inca en Huaytará. El objetivo principal es comprender la estructura arquitectónica inca en dos sitios: en primer lugar, el sitio arqueológico de Inkawasi en Huaytará; y en segundo lugar, las manifestaciones de ingeniería arquitectónica en la misma ciudad de Huaytará. Para lograr esto, se empleó una metodología cualitativa y etnográfica que permitió recopilar información detallada y minuciosa. Se utilizaron diversos instrumentos, como la observación directa. En un segundo nivel, este artículo se fundamenta en las explicaciones del arqueólogo Julio Ernesto Valdez Cárdenas y Hilda, cuyas acciones se llevaron a cabo en los sitios arqueológicos de Huaytará. La conclusión principal es que el sitio arqueológico Inkawasi en Huaytará presenta una arquitectura equiparable a un "Cusco" en pequeña escala. . Asimismo, se logra evidenciar el descuido que aqueja a estos sitios arqueológicos, lo que debería impulsar la formulación de políticas públicas que favorezcan un estudio interdisciplinario especializado. Esto permitiría arrojar mayores luces sobre el sitio arqueológico de Huaytará y contribuiría a su adecuada preservación y valoración.
DESCRIPTORES: Puente, templo, arquitectura.
ABSTRACT
In this essay, an ethnographic tour of the Inca architectural manifestation in Huaytará is proposed. The main objective is to understand the Inca architectural structure in two sites: first, the archaeological site of Inkawasi in Huaytará; and secondly, the manifestations of architectural engineering in the city of Huaytará itself. To achieve this, a qualitative and ethnographic methodology was used that allowed for the collection of detailed and thorough information. Throughout the trial, various instruments were used, such as direct observation. On a second level, this essay is based on the explanations of the archaeologist Julio Ernesto Valdez Cárdenas y Hilda, whose actions were carried out in the archaeological sites of Huaytará. The main conclusion is that the Inkawasi archaeological site in Huaytará presents an architecture comparable to a "Cusco" on a small scale. . Likewise, the neglect that afflicts these archaeological sites is evident, which should drive the formulation of public policies that favor a specialized interdisciplinary study. This would shed greater light on the archaeological site of Huaytará and would contribute to its adequate preservation and valuation.
DESCRIPTORS: Bridge, temple, architecture.
INTRODUCCIÓN
El presente artículo tiene un meollo central en la interpretación de la estructura arquitectónica inca en los siguientes sitios: Puente Rumichaca, sitio arqueológico Inkawasi de Huaytará, Museo Arqueológico Samuel Humberto Espinoza Lozano, baño Inca, templo Inca, Iglesia de San Juan de Huaytará y finalmente los andenes en Huaytará.
En la vasta geografía de Huaytará, en este viaje de estudios, nos sumergiremos en una serie de puntos de interés que abarcan desde el imponente Puente Rumichaca hasta los intrincados andenes en Huaytará, con el propósito de apreciar la diversidad y la evolución de esta tierra a lo largo del tiempo. A través del recorrido por el Sitio Arqueológico Inkawasi, el enriquecedor Museo Arqueológico Samuel Humberto Espinoza Lozano, el simbólico Baño Inca y el majestuoso Templo Inca, así como la impresionante Iglesia de San Juan de Huaytará, nos embarcaremos en un viaje que trasciende épocas y culturas. Nuestro viaje culminará en una serie de conclusiones que nos permitirán reflexionar sobre la importancia de preservar y comprender nuestro patrimonio compartido.
En Huaytará, los andenes prehispánicos exhiben desniveles entre terrazas, con alturas de 1 a 2 metros, hechos con piedras grandes, aunque en Huaytará se usaron piedras rústicas. Hay terrazas escalonadas separadas por una lengüeta entre profundos barrancos, con muros y andenes para superar desniveles de 1 o 2 metros. En los andenes, sobresalen piedras que facilitan el acceso a la terraza superior. Se destacan dos tipos de andenes, "lujanas", para mujeres cerca, y para hombres lejos, mostrando dualidad. Los "chata huaracas" son sólidos andenes desde el estadio, en suelo fértil de arenisca, cotizados por cultivos de palta, maíz y quinua.
En los últimos años, la investigación sobre la arquitectura inca ha avanzado considerablemente gracias a la incorporación de nuevas tecnologías, como la fotogrametría y el escaneo láser, que han permitido un análisis más profundo de sus técnicas constructivas. En este contexto, Zapata et al. (2019) destacan la importancia de la precisión sísmica de las construcciones incaicas, subrayando que los muros de piedra encajados sin mortero no solo tenían un propósito estético, sino que estaban diseñados para resistir terremotos. Este hallazgo se alinea con estudios previos que señalaban la ingeniería avanzada de los incas para absorber las vibraciones sísmicas, particularmente en Cusco y Machu Picchu, regiones clave del imperio.
La integración ecológica de la arquitectura inca también ha sido un tema recurrente en las investigaciones recientes. Rivera y Gómez (2021) profundizan en cómo los incas adaptaron su arquitectura al entorno natural, utilizando materiales locales como la piedra y aprovechando la topografía andina de manera sostenible. Este enfoque, visto desde una perspectiva contemporánea, subraya la sostenibilidad como un valor central en la construcción incaica, algo que resuena con las prácticas modernas de arquitectura respetuosa con el medio ambiente. Esta visión sostenible también refuerza la idea de que los incas no solo construyeron para habitar, sino para coexistir armónicamente con su entorno, como sugieren otros estudios sobre la eficiencia de sus infraestructuras hidráulicas y agrícolas.
Otra área de interés ha sido la relación entre la arquitectura inca y la astronomía. Paredes et al. (2020) señalan que estructuras emblemáticas como Machu Picchu y Sacsayhuamán están alineadas con eventos astronómicos importantes, como los solsticios, lo que sugiere que la planificación arquitectónica inca estaba profundamente vinculada con su cosmovisión. Este hallazgo ha sido complementado por simulaciones astronómicas modernas, confirmando que muchas de estas construcciones servían no solo como lugares ceremoniales, sino también como observatorios astronómicos. Este enfoque refuerza la noción de que la arquitectura inca no solo tenía una función práctica, sino también simbólica y religiosa, integrando cosmología y planificación urbana.
La estructura social y política del imperio inca también ha sido reevaluada a través de nuevos modelos de análisis urbano. Fernández et al. (2022) examinan la ciudad de Cusco desde la perspectiva del control social, argumentando que su planificación urbana no solo estaba orientada a la defensa y la agricultura, sino también a la consolidación del poder estatal. A través de modelado 3D, concluyen que la distribución de los barrios y edificios clave facilitaba el control político del Sapa Inca, reflejando un sistema jerárquico visible en la monumentalidad de sus edificaciones. Este análisis urbano se suma a la creciente apreciación de la arquitectura inca como un reflejo tangible de su estructura política centralizada.
Estudios sobre otras culturas andinas también enriquecen este debate. Sanhueza (2004) explora la construcción simbólica del espacio en la cosmovisión andina, examinando los rituales de capacocha y el amojonamiento, mientras que Caro (2017) y Palacios (2012) destacan la relevancia de la cerámica Diaguita como parte del intercambio cultural y político en la región incaica. Asimismo, Ortiz y Villacorta (2013) aplican la teoría del paisaje para comprender cómo los incas interactuaron con el entorno en Maukallaqta, mientras que Ayala (2023) identifica la organización territorial en el valle, subrayando la complejidad de la administración inca.
Finalmente, el legado de la arquitectura inca en la era colonial ha sido objeto de análisis por López y Martínez (2019), quienes muestran cómo la infraestructura incaica fue reutilizada por los colonizadores españoles. En ciudades como Cusco, los cimientos y muros incas siguen siendo la base de muchos edificios coloniales, lo que evidencia la durabilidad y el ingenio de las técnicas incaicas. Estos estudios resaltan la influencia perdurable de la arquitectura inca, no solo en su tiempo, sino también en su capacidad para perdurar en construcciones posteriores, demostrando la relevancia continua de sus innovaciones estructurales. Este cuerpo de investigación muestra cómo los avances tecnológicos y los enfoques interdisciplinarios están permitiendo una reevaluación más completa de la arquitectura inca, revelando nuevas dimensiones en su relación con la ingeniería, la cosmología, el control político y la sostenibilidad.
MÉTODOS
La investigación adoptó un enfoque cualitativo y etnográfico, caracterizado por su naturaleza no experimental, descriptiva e interpretativa, lo que permitió explorar en profundidad las dinámicas culturales y arquitectónicas de los sitios arqueológicos de Huaytará. Según Creswell (2014), este tipo de investigación fue adecuado para obtener una comprensión más profunda del fenómeno estudiado mediante técnicas como la observación directa, que fue una herramienta central en el estudio. De acuerdo con Hammersley y Atkinson (2007), la etnografía resultó especialmente útil para captar las dinámicas culturales en contextos específicos, aspecto que fue esencial en el análisis de Huaytará.
La triangulación de datos fue un componente clave en la metodología, siguiendo lo propuesto por Flick (2009), quien sostuvo que este proceso es fundamental para fortalecer la validez en estudios cualitativos. En este caso, la combinación de la observación directa con los aportes interpretativos de los arqueólogos Julio Ernesto Valdez Cárdenas y Hilda Rivera resultó crucial. Esta estrategia permitió no solo documentar de manera descriptiva el sitio arqueológico, sino también integrar el conocimiento experto de los arqueólogos, lo que enriqueció la interpretación del contexto estudiado.
El contexto elegido para el estudio, Huaytará en Huancavelica, respondió a las recomendaciones de Stake (1995) sobre la importancia de seleccionar escenarios que permitieran explorar un fenómeno en su entorno natural. En este caso, la elección de un sitio arqueológico relevante no solo proporcionó un espacio rico para la observación etnográfica, sino que también facilitó la interacción directa con las prácticas arqueológicas en curso, permitiendo una inmersión completa en el contexto cultural y material. Así, se logró una descripción densa y contextualizada del espacio arqueológico, siguiendo el concepto de "descripción densa" de Geertz (1973), donde cada observación estuvo imbuida de significado cultural y social.
La triangulación no se limitó solo a la combinación de observación y entrevistas, sino que, siguiendo las recomendaciones de Denzin y Lincoln (2011), también incluyó la integración de diferentes fuentes de datos y perspectivas, tanto de los investigadores como de los actores involucrados en el trabajo arqueológico. Esta diversidad de perspectivas permitió construir una visión más robusta y multidimensional del objeto de estudio, en consonancia con las prácticas recomendadas en la investigación cualitativa contemporánea.
Finalmente, la temporalidad de la investigación, que coincidió con un viaje de estudios dirigido por el arqueólogo Valdez Cárdenas, proporcionó una oportunidad única para observar el proceso arqueológico en tiempo real, lo que permitió capturar detalles valiosos que Stake (1995) subraya como esenciales para estudios de caso cualitativos. De esta manera, la investigación no solo documentó el sitio arqueológico, sino que también capturó el proceso interpretativo y las interacciones entre los investigadores y el entorno, alineándose con los principios de la etnografía reflexiva propuestos por Hammersley y Atkinson (2007).
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Este río conforma la Cuenca del Atlántico y fluye en dirección al Amazonas, el río Pampas tiene su origen en estos lugares lo que le otorga su carácter de permanencia, aunque durante la temporada de lluvias no exhibe gran caudal en momentos de mayor aporte hídrico proveniente de Cusco y atravesando zonas cercanas como Uripa y Chincheros entre otras adquiere un volumen más significativo, más adelante su curso pasa por debajo de Vilcas Huamán un punto de importancia administrativa.
Desde Vilcas Huamán, se desprende un camino que sigue la margen izquierda del río, pasando por Inkahuasi y llegando a Huaytará. Este entramado de senderos, ampliamente utilizado por los incas, refleja lo que Murra (1975) describe como el sistema de caminos transversales, que conectaba diversas regiones del imperio. Este camino transversal, que se inicia en Cusco y pasa por Chincha antes de alcanzar Lima, coincide con la descripción de Hyslop (1984), quien subraya la importancia de estos caminos para la integración y administración del Tahuantinsuyo. En contraste, una ruta longitudinal orientada exclusivamente hacia Huancayo, mencionada por Rostworowski (1988), resalta la diversidad y complejidad del sistema vial incaico, que no solo integraba, sino que también diferenciaba regiones según sus funciones estratégicas.
Durante el imperio incaico, existieron tres lugares denominados Inkachaca. Uno de estos enclaves, Rumichaca, desempeñó un papel crucial al constituir una vía de unión entre el Inca y la costa, tal como señala Bauer (1999) en su estudio sobre la organización territorial incaica. A lo largo de este camino, se trasladaban grandes manadas de llamas, facilitando la conexión con la costa, lo que apoya la teoría de D'Altroy (2002) sobre la importancia de la infraestructura vial para el transporte y el comercio en el Tahuantinsuyo.
Figura 1 : Entrada a Rumichaca. Figura 2: Puente Rumichaca.
Fuente: Juan Ramos, Ayacucho 2023. Fuente: Juan Ramos, Ayacucho 2023.
Rumichaca se encuentra en una posición elevada, y a través de esta ruta es posible llegar a lugares como Totos, Paras, y luego continuar hacia Chuschi, Cangallo, hasta alcanzar Vilcas Huamán. Este trayecto se alinea con lo que Dillehay (2003) identifica como las rutas andinas clave, que no solo servían para el tránsito de personas, sino que también eran fundamentales para la integración cultural y económica del imperio incaico. Según Lumbreras (2000), estos caminos eran esenciales para la consolidación del poder inca, conectando centros administrativos como Vilcas Huamán, que funcionaban como nodos de control político y religioso.
Posteriormente, desde Vilcas Huamán, el camino cruza el río Pampas para dirigirse hacia Andahuaylas. Este tramo del recorrido ilustra lo que Pärssinen (1992) describe como la articulación de territorios en el Tahuantinsuyo, donde la red vial permitía una conexión eficiente entre diferentes ecozonas y facilitaba la movilización de recursos a gran escala. Además, según Zuidema (1991), estos caminos eran una manifestación tangible del orden social y político impuesto por los incas, reflejando tanto su capacidad organizativa como su control sobre los paisajes andinos.
Sitio arqueológico Inkawasi de Huaytará
El Complejo Arqueológico de Incahuasi está ubicado en Huaytará Huancavelica a 3 775 metros sobre el nivel del mar, a 20 Km en la ruta de la vía Libertadores hacia Ayacucho y Lima; destaca por su "Palacio del Inca" construido alrededor de 1440. La precisión en la labra de piedras similar a Machu Picchu y el uso de formas trapezoidales son evidentes en su estructura. Para llegar se parte de Huancavelica a Rumichaca (4 horas) luego a Huaytará (2 horas) y finalmente una caminata de 20 km. Alternativamente se puede tomar la vía Huancavelica-Rumichaca y luego en auto a las ruinas (30 minutos).
El Complejo Arqueológico de Incahuasi, ubicado en Huaytará, Huancavelica, a 3,775 metros sobre el nivel del mar, se encuentra a 20 km en la ruta de la vía Libertadores hacia Ayacucho y Lima. Destaca por su "Palacio del Inca", construido alrededor de 1440, cuya precisión en la labra de piedras y uso de formas trapezoidales, similar a Machu Picchu, es evidente en su estructura. Según Gasparini y Margolies (1980), estas características arquitectónicas son representativas del estilo inca imperial, que se distingue por la armonía entre la forma y la función en los edificios estatales.
Para llegar a Incahuasi, se parte de Huancavelica hacia Rumichaca (4 horas), luego a Huaytará (2 horas), y finalmente se realiza una caminata de 20 km. Alternativamente, se puede tomar la vía Huancavelica-Rumichaca y luego continuar en auto hasta las ruinas (30 minutos). Esta ruta resalta la conectividad de los caminos incaicos, que, como menciona Morris y Thompson (1985), fueron diseñados para facilitar el acceso a los principales centros administrativos del Tahuantinsuyo, reflejando el control territorial y la ingeniería avanzada de los incas.
El sitio arqueológico de “Inkawasi, sitio por excelencia, es uno de los sitios más representativos de esta zona, donde cuyas características arquitectónicas hacen un contraste con el medio que lo rodea” (Valdez & Condeña 2009, p. 29). Huaytará, situada entre los 2300 y 3500 metros sobre el nivel del mar en la cordillera de los Andes, según la clasificación de regiones de Pulgar (1987), emerge como un espacio geográfico y cultural liminal. Esta región andina experimenta transiciones significativas en términos de condiciones ambientales, desde las tierras bajas hasta las altas montañas, generando una zona ecológica liminal. Además, la diversidad de altitudes implica variaciones en costumbres, tradiciones y modos de vida, fomentando una rica coexistencia cultural que refleja una fase liminal en términos sociales. La alta concentración poblacional en Huaytará intensifica esta dinámica, propiciando interacciones complejas y oportunidades económicas que definen el carácter liminal de esta región andina, donde la densidad demográfica y la diversidad geográfica convergen en un espacio propicio para la transformación social y la apertura a nuevas perspectivas. Por otro lado, Elson & Covey (2006, p. 7) mencionan “una definición general de élites en los Estados implica que estas tienen la capacidad de moldear el sistema en el que ellas viven, sin embargo, la organización jerárquica de élites como tomadoras de decisiones sugiere que algunas”
La estructura observada en Inkawasi, aunque presenta colcas, no se ajusta al estilo de muro rústico típico de otras construcciones incaicas. Inkawasi es un sitio residencial de arquitectura monumental, destinado a la élite inca y no a los hatun runas, es decir, a la gente del pueblo. Esta distinción arquitectónica es consistente con la descripción de Paredes (2008), quien señala que los edificios monumentales incaicos estaban reservados para las clases altas y tenían funciones específicas dentro del imperio.
Al frente, se pueden observar ventanillas trapezoidales, típicas de la arquitectura inca, descritas por Rowe (1946) como elementos distintivos que simbolizaban la conexión entre el mundo material y el espiritual. Además, un camino desciende hacia Huaytará, luego hacia Tambo Colorado, Pisco y Chincha, lo cual concuerda con la red vial incaica detallada por Hyslop (1984), que facilitaba la movilidad a través del vasto territorio del Tahuantinsuyo.
Otro camino baja hacia Huaytará, luego a Tambo Colorado, Pisco y Chincha, y desde allí sube a Rumichaca. Este trayecto ilustra lo que Dillehay (2003) menciona sobre la integración de diferentes regiones a través de una red vial compleja. El camino continúa cruzando el río y pasa por Totos, Paras, Chuchi, Pampa, Cangallo, hasta llegar a Vilcas Huamán, Andahuaylas y Cusco, reflejando la importancia de los caminos transversales en la conectividad del imperio, tal como lo describe Zuidema (1991). Además, existe un eje que va hacia Puquio y sale hacia Nazca, indicando la extensa red de rutas que el imperio inca utilizaba para conectar diversas regiones.
Figura 3: Camino inca que se dirige hacia la costa.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
En este sentido este es un lugar significativo donde se aprecia la arquitectura monumental en contraposición a una arquitectura rústica. Este tipo de muro se asemeja al muro inca con una característica que se asemeja a las células de nuestro cuerpo. Las piedras están dispuestas estructuralmente de esta manera. En este caso encontramos un muro que no es monumental, pero está trabajado de forma mediana. No es tan perfecto como la parte inferior, este es un lugar pequeño un Cuzco descuidado en tiempos de los incas. Los techos eran muy verticales casi puntiagudos para evitar que el hichu permitiera que el agua ingresara a las viviendas.
Figura 4: Techos verticales, con característica puntiagudos.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
En la época de los incas, se utilizaban adobes fabricados en Huaytará, lo cual coincide con la descripción de Hyslop (1984), quien señala que los incas empleaban materiales locales para la construcción de sus estructuras. La arquitectura inca es evidente en la parte superior del sitio, mientras que más arriba se observa arquitectura española de adobe. Este contraste entre las construcciones incas y españolas refleja lo que Rowe (1946) menciona sobre la durabilidad y las técnicas constructivas empleadas por los incas en comparación con los colonizadores europeos.
Cabe destacar que el adobe inca se mantiene en buenas condiciones, mientras que el adobe español se está desmoronando, lo que respalda la observación de Dillehay (2003) sobre la superioridad en la durabilidad de las técnicas constructivas incaicas frente a las europeas en las condiciones locales. Este sitio se encuentra en una ubicación estratégica justo después del camino, donde comienzan los campos de cultivo. Está enclavado en una posición crucial donde las zonas de cultivo terminan y dan paso a las zonas de pastoreo, un patrón que coincide con lo descrito por Zuidema (1991) sobre la organización espacial y funcional de las áreas agrícolas y ganaderas en el Tahuantinsuyo.
Esta estructura ya ha sido objeto de varias restauraciones en el pasado con trabajos de restauración en curso Sin embargo se puede apreciar la puerta que tiene una forma trapezoidal. Las puertas no son verticales; en cambio se estrechan hacia arriba, esta puerta tiene una doble jamba y representa una pieza de arquitectura monumental inca. Están bien planificadas con enganches entre las piedras para lograr una construcción sólida y resistente a los terremotos.
Figura 5: Piedras con desnivel. Figura 6: Puerta monumental, con doble jamba
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023. Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Figura 7: Hornacinas. Figura 8: Puertas trapezoidal.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023. Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Es importante destacar que estas estructuras no fueron construidas por personas inexpertas o aficionadas, sino por expertos con experiencia, posiblemente influenciados por la arquitectura de Tiahuanaco. Esta influencia es consistente con lo que D'Altroy (2002) describe sobre la continuidad de tradiciones arquitectónicas andinas y sus adaptaciones en el imperio incaico. La arquitectura de Inkawasi, con su carácter de élite, refleja un nivel de sofisticación que se encuentra en sitios monumentales y se alinea con la descripción de Gasparini y Margolies (1980) sobre la exclusividad y la función de las construcciones monumentales incaicas.
El sitio se ubica en un eje crucial donde finalizan las áreas de cultivo y comienzan las zonas de pastoreo. Este patrón de uso del suelo y la organización espacial está en línea con lo que Hyslop (1984) menciona sobre la planificación inca para maximizar la eficiencia en la producción agrícola y ganadera. Cuando los españoles llegaron, encontraron una gran cantidad de camélidos en las zonas altiplánicas, como la alpaca, la vicuña, las llamas y los guanacos, cada uno con sus propias características distintivas. Esta observación está respaldada por lo que Paredes (2008) describe sobre la importancia económica y cultural de estos camélidos en la vida cotidiana y la economía del Tahuantinsuyo.
Museo Arqueológico Samuel Humberto Espinoza Lozano
El Museo Arqueológico Samuel Humberto Espinoza Lozano, ubicado en el distrito de Huaytará y abierto al público de martes a domingo de 9:00 a. m. a 5:00 p. m., representa un tesoro cultural que se remonta a los primeros años de la década de 1950. Su origen se encuentra en la pasión y dedicación de Samuel Humberto Espinoza Lozano, cuya colección personal, gestada durante sus investigaciones en la zona, fue el germen de este espacio. Esta dedicación por preservar y presentar la historia local está en línea con lo que describen Orlove (1997) y Paredes (2008) sobre el impacto de los museos regionales en la conservación de la herencia cultural local.
Los precios de entrada, accesibles para todos los públicos, son S/2.00 para adultos, S/1.00 para estudiantes, docentes y jubilados con identificación, y S/0.50 para niños y escolares. Según el análisis de Bermúdez (2010), la accesibilidad económica en los museos es fundamental para fomentar la educación y el interés por el patrimonio cultural en diferentes grupos demográficos. El museo se erige como un guardián de la historia local, albergando una rica diversidad de artefactos que abarcan desde restos cerámicos hasta elementos metálicos, objetos orgánicos, tejidos y ornamentaciones de plumas. Este enfoque integral en la exhibición de artefactos refleja la metodología descrita por Kroeber (1962), que subraya la importancia de presentar una variedad de materiales culturales para ofrecer una comprensión completa de la riqueza arqueológica de la región.
Este espacio, más allá de ser una mera exhibición, se convierte en un testimonio tangible de la conexión entre el pasado y el presente, fomentando el entendimiento y la apreciación de la herencia cultural de Huaytará. Cada uno de estos elementos constituye un testimonio elocuente de las civilizaciones ancestrales que habitaron el territorio de Huancavelica. En ese sentido el Ministerio de cultura hace referencia que este museo se inauguró en “1995 a iniciativa de la comunidad la Municipalidad Provincial de Huaytará […] su nombre es un homenaje al profesor huaytarino Samuel Espinoza quien se dedicó a la investigación del pasado prehispánico de la región y formó la colección que actualmente custodia el Museo” (MINCUL, 2016).
Figura 9: Poncho hecho con plumas de aves exóticos.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Este sitio arqueológico es un componente fundamental de nuestro patrimonio nacional. En el pasado, este manantial inca proporcionaba una cantidad equitativa de agua desde ambos lados, denotando una dualidad presente en la época. Esta dualidad y precisión en la gestión del agua están documentadas por Murra (1980), quien explica cómo los incas implementaron complejas redes hidráulicas que reflejaban conceptos duales y de equilibrio en sus infraestructuras.
Esta agua se transportaba desde el pueblo de Huaytará hasta este lugar, un rincón donde emerge agua tibia, aunque no precisamente caliente. El manejo y transporte del agua inca se alinea con las observaciones de Bauer (1996), quien discute cómo los incas desarrollaron avanzadas técnicas hidráulicas para optimizar la distribución de agua en sus territorios. La construcción de ciudades modernas ha deteriorado los conductos originales, un problema similar al que Martínez (2012) señala sobre el impacto de la urbanización contemporánea en sitios arqueológicos y antiguos sistemas de agua. Como propuesta para incrementar el turismo y su valoración, sería apropiado reactivar este manantial, incluso si se utiliza agua local diferente. La revitalización de recursos históricos para fines turísticos y educativos es respaldada por Paredes (2008), quien sugiere que estos esfuerzos pueden mejorar la visibilidad y el aprecio por el patrimonio cultural.
En este contexto histórico incaico, este lugar tenía una importancia considerable; Huaytará no era un sitio común; poseía una relevancia significativa en la historia inca. En consecuencia, es pertinente preguntarse por qué los incas le daban tanta importancia. Algunas hipótesis apuntan a que Huaytará era un baluarte esencial de los Chancas, un grupo que invadió a los incas, ya que los líderes Chancas provenían de este lugar. Este contexto es respaldado por Cieza de León (1999), quien documenta la importancia estratégica y cultural de Huaytará en la región andina, sugiriendo que los Chancas desempeñaron un papel crucial en la historia preincaica y en la interacción con el Imperio Inca.
El monumento central en el área representa a un personaje relevante para los Chancas, Mastohuaraca. Según lo mencionado por Hilda Rivera, este personaje era un líder étnico de los Chupores y de los Chancas. Esta figura se alinea con la descripción de Salazar (2003), quien estudia cómo los monumentos y figuras de la élite local en el periodo incaico reflejaban la importancia de los líderes regionales en la configuración del poder y la resistencia ante el dominio inca.
Por lo tanto, la figura de Mastohuaraca cobra una relevancia especial. Este análisis está en consonancia con lo discutido por Orozco (2007), quien explora el simbolismo y el papel de los líderes locales en la consolidación del poder inca y su influencia en la memoria histórica de la región.
Figura 10: Baños del Inka (Inka Paqcha) existía una dualidad de agua (caliente y frio).
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Es digno de mención que cuando los incas conquistaban una población erigían monumentales obras encima de ella. El segundo punto de importancia es que este sitio representaba la entrada de los incas hacia la costa. El agua que fluía de este manantial proveniente del cerro Yanajaja a través de una quebrada se conectaba mediante ductos (canales) incas con el tránsito de carreteras y la construcción de viviendas modernas. Lamentablemente estos canales de agua fueron interrumpidos por la construcción de casas y carreteras.
Este lugar en sí funcionaba como el "baño del Inca" una construcción esculpida en la roca con dos canales que permitían el flujo de agua caliente y fría, según Valdez & Condeña (2009) menciona “que estas aguas procedían desde el Quñu pukiu o Achachau pukiu o Inka Wayqu” (p. 25). Es así que el inca se purificaba simbólicamente mediante un baño en este lugar, además en la parte posterior se encuentra la presencia del templo inca caracterizado por su estructura cuadrangular.
El templo inca es un componente vital de nuestro legado nacional y presenta tres etapas culturales y ocupacionales. La parte inferior del templo remonta a la fase prehispánica, una construcción incaica que se erigió alrededor de 1435 durante la expansión territorial del Imperio Incaico, no bajo el gobierno de Pachacútec. Esta fase inicial refleja lo que Rowe (1946) describe sobre la expansión y la integración de las redes de caminos del Imperio Inca, que conectaban diversos territorios, incluyendo la costa con la sierra y la selva.
Después de la llegada de los españoles, se construyó usando principalmente adobe; sin embargo, un incendio provocado por un descuido de los evangelizadores llevó a elevar el techo, como se muestra en la estructura actual, ahora parte de nuestro patrimonio. Este proceso de adaptación y reutilización de estructuras es analizado por Mújica (2002), quien documenta cómo los edificios coloniales frecuentemente incorporaban y transformaban elementos de las construcciones prehispánicas.
Las torres contemporáneas, aunque de diseño colonial, también se encuentran en la moneda de un sol. A pesar de ser construcciones modernas, estas torres respetan los patrones coloniales, un fenómeno que es abordado por Martínez (2010), quien discute la integración de elementos arquitectónicos coloniales en la iconografía moderna.
Es importante señalar que el terremoto de 2007 causó daños a parte de la estructura. Ante este escenario, se consideró esencial llevar a cabo una restauración para conservar este valioso legado, lo cual está en línea con las recomendaciones de Pérez (2015), quien destaca la importancia de la restauración y conservación de patrimonios culturales afectados por desastres naturales.
Figura 11: Templo Inka, donde evidencia tres manifestaciones arquitectónicas (las dos primeras son inca y el ultimo es español).
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Iglesia de San Juan de Huaytará
El templo de incas fue edificado por AstoHuarakac bajo las órdenes del Inca Pachacutec para expandir el dominio del imperio Inca se completó en 1497; con el tiempo la falta de conservación reveló daños notorios incluyendo grietas en los muros de adobe y deterioro en el muro Inca debido a asentamientos erosión incendios y goteras (Cuadros 2020, p. 4).
La Iglesia de San Juan de Huaytará está situado a 338 km al sureste de Lima este lugar fue originalmente una construcción inca que luego se utilizó como base para la iglesia de San Juan de Huaytará durante la época virreinal. El Palacio tiene una forma trapezoidal está rodeado por muros de 1 65 metros de grosor y 3 70 metros de altura hechos de sillar pulido de color rosado. Estos muros exhiben características propias de la arquitectura inca como hornacinas y puertas trapezoidales. Adyacente al atrio de la iglesia colonial se encuentran los Baños del Inca que presentan piedras únicas en términos de color y forma incluyendo una piedra con canaletas talladas. Asimismo, se presente un sincretismo cultura mediante los Santos y las Vírgenes católicos. Parafraseando a Rosales (1977) sostienes que, según las escasas investigaciones disponibles, se menciona que, en la época del Tahuantinsuyo, el Templo del Sol fue erigido durante el reinado de Inti Tuti Capac, un gobernante de Waytara. Esta construcción habría sido un gesto de sumisión hacia el líder del Cuzco, demostrando así una relación de subordinación.
Figura 12: Hornacinas y un Santo católico. Figura 13: Huellas del incendio.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023. Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
Los andenes en Huaytará son de origen prehispánico y se caracterizan por su desnivel entre una terraza y otra, con alturas variables de 1 metro a 2 metros. Estos andenes se construyeron con piedras grandes, aunque en el caso específico de Huaytará, se emplearon piedras rústicas. Además, se puede observar una terraza con múltiples niveles de cultivo, separados por una lengüeta delineada por profundos barrancos. Al respecto Rostworowski (1988, p. 238) sustenta que “la tierra era uno de los bienes más estimados”.
Entre una chacra y otra, existe un desnivel de al menos 1 o 2 metros, y en este caso se construyeron muros y andenes. En los andenes, sobresalen piedras que facilitan el acceso a la terraza superior. La construcción de andenes en zonas con desniveles es un ejemplo de la ingeniería agrícola incaica descrita por Bergsma (1988), quien señala cómo los incas desarrollaron técnicas avanzadas para manejar terrenos escarpados y maximizar la producción agrícola.
Es relevante destacar que hay dos tipos de andenes, denominados "lujanas". Los más cercanos son para las mujeres, mientras que los más distantes son para los hombres, presentando una dualidad. Esta organización de espacios y su relación con roles de género en la agricultura se alinea con la descripción de Murra (1980), quien explora cómo los sistemas agrícolas incaicos reflejaban no solo prácticas económicas sino también estructuras sociales y culturales complejas.
Estos andenes, conocidos como "chata huaracas", se extienden desde el estadio y están construidos de manera sólida. La tierra en estas terrazas es fértil y altamente productiva, compuesta principalmente de arenisca. Esto la hace muy apreciada, siendo un terreno cotizado donde se cultivan constantemente productos como palta, maíz y quinua.
Figura 14: Andenes de Huaytará.
Fuente: Juan Ramos, Huaytará 2023.
CONCLUSIONES
Es fundamental destacar que la preservación de los sitios arqueológicos trasciende el simple mantenimiento de su apariencia física. Se trata de asumir una responsabilidad social hacia las generaciones futuras, reconociendo que estos patrimonios forman parte de nuestra cultura y herencia histórica. Como sociedad, tenemos el deber de garantizar que estos legados perduren en condiciones óptimas para que las futuras generaciones puedan disfrutar de ellos y aprender de su importancia.
Al reflexionar sobre el tratamiento que estos monumentos podrían recibir en otros países como México, Alemania o Estados Unidos, es evidente que, en muchos casos, serían objeto de un mayor cuidado y protección. Esta comparación nos lleva a cuestionarnos: ¿qué está sucediendo en el Perú para que no valoremos de la misma manera nuestro propio legado? ¿Qué debe ocurrir para que tomemos conciencia de la necesidad de proteger nuestros sitios arqueológicos? Estos cuestionamientos nos invitan a reflexionar sobre nuestra responsabilidad actual y futura en la preservación de nuestro patrimonio cultural e histórico. Mientras que en otros lugares posiblemente se implementarían políticas de conservación más avanzadas, con medidas como la construcción de techos resistentes o estructuras protectoras de cemento y vidrio, en el Perú enfrentamos el reto de actuar antes de que el deterioro sea irreversible.
En este sentido, el reconocimiento de la importancia de los sitios arqueológicos va mucho más allá de su valor estético o histórico. Representa una responsabilidad compartida entre la sociedad y las instituciones del Estado, quienes tienen el poder y la obligación de implementar medidas efectivas para su conservación. El futuro de estos patrimonios depende directamente de las decisiones y acciones que tomemos en el presente, y esto implica tanto la participación activa de la sociedad como la intervención decidida de las autoridades políticas.
Por último, es esencial crear conciencia sobre nuestra responsabilidad colectiva y fomentar una colaboración más estrecha entre la sociedad y las instituciones competentes. Solo a través de este esfuerzo conjunto podremos asegurar que los sitios arqueológicos no solo sobrevivan, sino que también se conserven adecuadamente para las generaciones venideras, permitiéndoles conectarse con la historia y la identidad de nuestra herencia cultural.
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