Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO ECUATORIANO
© Centro de Investigación y Desarrollo. Universidad Regional Autónoma de Los Andes - Extensión Santo Domingo. Ecuador.
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REFLEXIONES ALREDEDOR DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU
TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO ECUATORIANO
VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO
ECUATORIANO
AUTORES: Natividad Alcívar López
1
Salomón Alejandro Montecé Giler
2
DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: alejandromontece_1983@hotmail.com
Fecha de recepción: 21-04-2020
Fecha de aceptación: 14-06-2020
RESUMEN
Algunas veces, y debido a esa violencia extrema contra la mujer que culmina en su asesinato a
manos de su pareja o expareja, o del hijo a la madre (de eso no se habla) hay manifestaciones de
mujeres (a las que asisten unos pocos hombres) exigiendo, estas sí, educación y cambios legales.
Las organizaciones de mujeres exigen educación y legislación para, por un lado, cambiar la
mentalidad con miras al futuro, y por otro castigar los delitos en contra de las mujeres ocurridos
en el presente. En ocasiones incluso hay minutos de silencio en las instalaciones de entidades que
conforman parte de la estructura de la Administración del Estado, en todos sus niveles de
gobierno. Salen los alcaldes, machistas de manual la inmensa mayoría de ellos, a decir que lo
sienten y que decretan un minuto de silencio, o dos.
PALABRAS CLAVE: Violencia; Género; Hombres; Maltrato; Machismo.
REFLECTIONS AROUND GENDER-BASED VIOLENCE AND ITS TYPIFICATION IN
THE ECUADORIAN LEGAL SYSTEM
ABSTRACT
Sometimes, due to this extreme violence against women that culminates in their murder at
the hands of their partner or ex-partner, or of the son to the mother (that is not talked
about) there are protests by women (attended by a few men) demanding, these yes,
education and legal changes. Women's organizations demand education and legislation to,
on the one hand, change the mind for the future, and on the other, punish crimes against
women that have occurred in the present. Sometimes there are even minutes of silence in
the facilities of entities that are part of the structure of the State Administration, at all levels
of government. The mayors come out, the majority of them manual sexists, to say that they
are sorry and that they decree a minute of silence, or two.
1
Abogada de los Juzgados y Tribunales de Justicia de la República del Ecuador, por la Universidad Técnica Estatal
de Quevedo, Tecnóloga Judicial, por la Universidad Técnica Estatal de Quevedo. Técnico Judicial, por la
Universidad Técnica Estatal de Quevedo. Maestrante en Derecho Penal y criminología, por la Universidad Uniandes.
Ecuador.
2
Abogado de los Juzgados y Tribunales de Justicia de la República del Ecuador. Magister en Ciencias
Internacionales, por la Universidad Central del Ecuador. Magíster en Derecho Constitucional, por la Universidad
Andina Simón Bolívar, sede Ecuador. Maestrante en Derecho Penal y Criminología, por la Universidad Uniandes.
Cursando los cursos válidos para el Doctorado por la Universidad de Buenos Aires Argentina. Ecuador.
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KEYWORDS: Violence; Gender; Men; Abuse; Machismo.
INTRODUCCIÓN
La violencia de género aparece en los discursos de los políticos (sobre todo de los del mundo
desarrollado) como una de las lacras de la actualidad. Estos mandatarios (casi siempre hombres)
declaran ante muchas cámaras de televisión y micrófonos de medios escritos su repulsa por los
asesinatos de mujeres, cada vez más frecuentes y cada vez más motivo de atención de esos
mismos medios. Desde algunos sectores de la sociedad civil (organizaciones de derechos
humanos, de mujeres, ecologistas, de víctimas, etc.) echan en cara al Estado no haber encontrado
la manera de proteger a las mujeres de la violencia contra ellas, pero solo cada que un nuevo
feminicidio o una violación brutal se toman las portadas de los medios escritos y abren los
noticieros de la radio y la televisión. En ese momento salen los políticos conservadores a pedir
cadena perpetua para los culpables, los mismos políticos que se oponen a quitarle la custodia
compartida a los padres maltratadores o abusadores sexuales de sus propios hijos, incluso cuando
han sido condenados. Convierten la paternidad, para un menor, en una cadena perpetua; pero esta
incoherencia nadie se la hace notar a los políticos durante el caos de declaraciones y condolencias
a las que se dedican con ahínco.
DESARROLLO
La violencia de género: origen y componentes
Algunas veces, y debido a esa violencia extrema contra la mujer que culmina en su asesinato a
manos de su pareja o expareja, o del hijo a la madre (de eso no se habla) hay manifestaciones de
mujeres (a las que asisten unos pocos hombres) exigiendo, estas sí, educación y cambios legales.
Las organizaciones de mujeres exigen educación y legislación para, por un lado, cambiar la
mentalidad con miras al futuro, y por otro castigar los delitos en contra de las mujeres ocurridos
en el presente. En ocasiones incluso hay minutos de silencio en las instalaciones de entidades que
conforman parte de la estructura de la Administración del Estado, en todos sus niveles de
gobierno. Salen los alcaldes, machistas de manual la inmensa mayoría de ellos, a decir que lo
sienten y que decretan un minuto de silencio, o dos.
Podría inferirse que estos eventos son nuevos, que no ha pasado antes, que los crímenes en contra
de las mujeres son un infame invento de una actualidad en crisis de valores. De valores
patriarcales, claro. Y por ahí podría andar la cosa, aunque es preciso aclarar al inicio de este
artículo que el maltrato a las mujeres por el hecho de serlo ha sido (y es) una de las costumbres
más naturalizadas de los hombres, ellos siempre han creído tener derecho a maltratar a las
mujeres, lo han hecho a lo largo de varios milenios y la religión cristiana trajo en su doctrina un
conjunto amplio de mentiras y patrañas sobre una supuesta maldad innata de las mujeres que
tienen que combatir a golpes y maltrato psicológico. Todos estos prejuicios sobre las mujeres se
fueron introduciendo paulatinamente en la ley, que siempre ha dado la razón a los hombres.
Recuérdese que el asesinato de una mujer a manos de su marido no estaba tipificado, era la única
vez en la que un hombre podría librarse de ese crimen. Y las palizas, tampoco estaban en los
códigos penales. Era un sagrado derecho del marido pegar a la mujer, lo decía la costumbre y,
como no, la misógina religión. ¿O acaso no recuerda todo el mundo cuando su padre apalizaba
salvajemente a su madre y nadie movía un dedo, aunque lo hiciera en la plaza pública? Muchas
de ellas se quejaban con el cura de su parroquia, quien les decía, cuando estaba de buen humor,
que el maltrato (que solía incluir violaciones, pero de eso nadie quiere hablar en el tercer mundo)
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era solo una cruz que su dios le había dado, que debía llevarlo con resignación y sin hacer mucho
ruido. La recompensa al sufrimiento, decía, la tendría en la vida eterna. ¿Y la ley? Esta hacía
mutis sobre los derechos de las mujeres, por lo menos, a no recibir brutales palizas. Sobre las
violaciones dentro del matrimonio aún no dice nada. Sí, ¡a estas alturas!
Este texto pretende exponer el origen y los componentes de esa convicción, de la certeza que han
tenido los hombres (y la inmensa mayoría de las mujeres) de que el ejercicio de violencia contra
las mujeres es un derecho masculino, que tienen por su condición de machos de la especie. Ese
constructo social, de muchos años, milenios incluso, es el que permite a los hombres (y a muchas
mujeres) justificar las palizas, las violaciones, los asesinatos, los insultos, las vejaciones, las
humillaciones y todo lo demás. La violencia es la forma cómo se impusieron, hace muchísimos
años, los hombres a las mujeres. La violencia es una de las formas que tiene de controlar a la
exacta mitad de la población, y lo es porque mediante ella han generado terror en las mujeres, que
se puede describir como miedo permanente a que les causen dolor físico y a que dañen a sus
hijos. Hay otras formas de control, sociales, políticas, económicas, culturales.
Las religiones, por ejemplo, en su contenido doctrinal, son formidables instrumentos de
dominación y esclavización de mujeres. La noción de pecado original es una construcción que
trabaja en contra de todas las mujeres desde su nacimiento. La culpa recae sobre las mujeres,
aunque las acciones execrables las cometan los hombres. Esta podría explicar, por ejemplo, que
un juez absuelva al abuelo de violar en repetidas ocasiones a la nieta de cuatro o cinco años, con
el argumento peregrino de que no opuso resistencia. Allí, en ese fallo, ese juez misógino, está
echando la culpa a una pequeña de cinco años. Es la culpa del pecado original que está en esas
cabezas judeocristianas que tanto éxito han tenido en desprestigiar a las mujeres. Han sido tan
eficientes que cuando un hombre viola a una mujer es ella que siente culpa.
Este largo proceso de construcción del patriarcado echó mano de varias herramientas. La
medicina, la filosofía y la literatura contribuyeron también en medida no menor a la creación y
mantenimiento de esas construcciones funestas alrededor de lo que significa ser mujer. Son
célebres las diatribas de escritores, médicos y filósofos en contra de las mujeres. Pero la violencia
física es la que más se nota, la más estridente en esos tiempos. Y lo es porque, como decía una
canción de un popular grupo de pos español de la década de los noventa del siglo pasado:
“Porque el que muere, ni vive más”. Segar una vida (la de una mujer) por una ideología, aunque
sea largamente construida a lo largo del tiempo, es un extremo que los Estados empezaron a
concebir como un delito hace relativamente poco tiempo. Ha costado realmente mucho que esa
organización social suprema que es el Estado se decida a proteger la integridad física, psicológica
y la vida de las mujeres, que las conciba como bienes jurídicos a proteger. Y eso se debe a las
locas feministas, a esas mujeres que desde hace como dos siglos empezaron a protestar, a
estudiar, a escribir, y otra vez a protestar, por un estado de cosas que las perjudicaba.
La violencia en contra de las mujeres ha estado siempre presente en nuestras vidas, cuando no en
nuestras casas en la de alguna vecina. Casi todas las personas son capaces de evocar algún papá
(a veces el propio) que tenía a toda su familia aterrorizada. Un hombre que había impuesto en su
casa, a su mujer y a sus hijos, un miedo atroz a su figura, a contradecirlo en lo más mínimo, ante
cuya presencia temblaban todos. Ese es el modelo de cabeza de familia que pervive en culturas
como la ecuatoriana, en un porcentaje ciertamente menor que antes, pero no ha dejado de ser. No
obstante, ese modelo de cabeza de familia, de hombre, en definitiva, pese a todos los intentos del
patriarcado por legitimarlo, está actualmente en crisis. Y esa crisis la han provocado las
satanizadas feministas, con sus exigencias de derechos para las mujeres, una tarea en la que han
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estado solas a través de la historia. Una anécdota para sustentar esta afirmación: durante los años
de la lucha contra el racismo en Estados Unidos, las feministas propusieron a los negros trabajar
juntos. Los grupos de afroestadounidenses se negaron en redondo. Nada querían con las
reivindicaciones de las mujeres. En aquel tiempo en Estados Unidos ser mujer y negra tiene que
haber sido en extremo difícil.
La violencia contra las mujeres tiene múltiples y variadas caras, no es solo la física, la que tiene
su expresión mayor en ese asesinato cada vez más frecuente y más publicitado. Es también
psicológica, económica, social, sexual. Y es producto del constructo social que les dice que
tienen que casarse porque si no lo hacen no son mujeres, que tienen que ser madres porque es
parte vital, fundamental, de ser mujeres. Que si no hay un hombre en sus vidas no encajan en el
mundo. La sociedad emite el mensaje de que una mujer no madre es un ser anómalo, incompleto
y hasta peligroso. Eso es también maltrato psicológico, junto a los mensajes denigradores que
escuchan y viven cada día cuando se casan con un hombre inseguro que necesita menospreciarlas
para sentirse mejor. También lo son los mensajes de la publicidad, que mantiene estereotipos de
mujeres lavando, mujeres cocinando, mujeres criando niños y pensando preocupadas en cómo
arreglar y limpiar su sagrado hogar; y hombres triunfadores, hombre conduciendo, hombres
mandando, hombres bebiendo, hombres disfrutando de la vida.
El sueldo inferior por el mismo o mayor trabajo es otro tipo de violencia contra la mujer, es lo
que la Organización de las Naciones Unidas etiqueta como violencia económica. Ya lo dijo
Simone de Beauvoir en una entrevista: “Bastarse materialmente es experimentarse como ser
humano completo”. Y la discriminación salarial a favor de los hombres otorga poder a estos
sobre las mujeres. A nadie le cabe ninguna duda a estas alturas que la independencia económica
ayuda a una persona a tomar decisiones, aunque en el tema de violencia de género no sea la
panacea. El maltrato y los asesinatos ocurren también en parejas donde ellas tienen poder
económico. Sin embargo, es simplemente injusto cobrar menos por más y mejor trabajo.
La violencia social está igualmente arraigada y tiene que ver con los constructos sociales de larga
data, los que lleva el patriarcado construyéndose y consolidándose, es esa costumbre de
menospreciar la capacidad intelectual de las mujeres, de hacer comentarios machistas en público
y reírse todos. Como un presidente de ingrato recuerdo que hacía comentarios despreciativos
cobre todas las mujeres. Hombres con masculinidades frágiles que tienen que menospreciar a las
mujeres para sentirse machos. Todo eso y más es violencia contra las mujeres. Y ocurre en todos
los niveles de la vida de una mujer y en todas las clases sociales. La violencia contra las mujeres
es una de esas pocas lacras de la sociedad que no discrimina clase social y edad. Le puede pasar a
la señora que limpia casa para vivir y a la científica que se ha ganado un premio nobel por algún
descubrimiento. Una pandemia de difícil solución es la violencia en contra de las mujeres.
Haciendo una alegoría informática, diría que el sistema tiene que reiniciarse.
Cómo los hombres impusieron el patriarcado para imperar sobre la mitad de la humanidad sin
compasión
Hace mucho tiempo vi en la televisión una película titulada Juana de Arco (y algo más). En ese
entonces era adolescente, el nombre me sonaba a mito, leyenda religiosa y revolucionaria por
igual. Ni siquiera recuerdo quién fue el director de aquella película que vi doblada al español
latinoamericano, como dicen ahora las plataformas de series y películas en línea. Tampoco
recuerdo los lugares de la historia más allá del pueblo de Orleáns donde nació ella, y el hecho
importante para de que era una joven campesina. Lo que recuerdo con nitidez porque me
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impresionó intensamente es la brutalidad del padre, que pegaba horribles palizas a la madre y
aterrorizaba a los hijos a los que golpeaba por cualquier cosa. También me acuerdo de la
incapacidad del hermano mayor de Juana para aprender las lecciones del profesor, y de la
facilidad de la niña para aprovechar esas lecciones desde un plano secundario. Y la resignación
de la madre, la certeza de que las palizas eran parte de su destino por ser mujer. La mamá de
Juana ni siquiera se quejaba de las palizas. Esa actitud la tienen muchas mujeres aún en esta
actualidad supuestamente civilizada y pletórica de derechos humanos y de los otros ¿De dónde
venía (y viene) esa resignación? La respuesta a esta pregunta es larga.
Habría que empezar por recordar que hasta hace pocos años, décadas en realidad, la mujer era
una más de las propiedades del hombre. De hecho, el mayor muerto de hambre lo único que
poseía era a la mujer con la que se casaba. Era así legalmente. Pero la construcción de la mujer
como un sujeto de segunda, incluso un objeto para uso y disfrute masculino, viene de antiguo,
aunque no tanto como se pudiera pensar. El mundo no fue siempre dominado por los hombres. La
antropología habla de unas reinas negras en África, que gobernaban hace miles años. Leclant, en
su Historia general de África, relata que hace -aproximadamente- cinco mil años: “Dos reinas
alcanzan entonces un lugar preponderante: Ainanirenas y Amanishaketo. Sus esposos siguen sin
tener importancia, se ignora incluso el nombre del de la segunda.
El trono está igualmente ocupado durante algunos años por el príncipe, convertido en rey,
Akinidad, hijo de la reina Amanirenas y del rey Teriteqas”
3
. Se sabe poco de las reinas africanas,
básicamente porque los historiadores y antropólogos se han dedicado a narrar y -no pocas veces-
a inventar historias heroicas protagonizadas por hombres en esa construcción lenta y segura del
sistema patriarcal. Falsearon la verdad para beneficiar a los hombres. Y en esa tarea de resaltar
las supuestas virtudes masculinas hasta el paroxismo han creado, como un método de oposición,
no virtudes para las mujeres. Ellas son sumisas, pasivas, torpes, débiles, inferiores. Ellos todo lo
contrario.
El patriarcado, es importante definirlo en este punto, pues es uno de los conceptos centrales para
entender la violencia de género, Fries lo concibe como un sistema social que subordina a las
mujeres, “el patriarcado, concepto que conecta la situación de la mujer en la familia con
relaciones sociales de dominación más amplias”. Para Barbieri García este concepto se refiere a
“la distinción entre sexos y, por tanto, al conjunto de fenómenos del orden de lo corporal y los
ordenamientos socioculturales muy diversos, construidos colectivamente a partir de dichas
diferencias”
4
.
El constructo social de la diferencia entre los sexos fue incluso apoyado por seudocientíficos, que
escribían sobre la inferioridad fisiológica y psicológica de la mujer. Algunos hicieron carrera y
fortuna propagando esos infundios. Esa larga construcción de la superioridad masculina, asentada
sobre la inferioridad femenina en un juego de reflejos en el espejo, fue para convencer a las
mujeres de que su papel en el mundo era secundario, accesorio, de madres y cuidadoras de la
casa, haciendo el trabajo doméstico, por su misma naturaleza no remunerado. La antropóloga
británica Margaret Mead sustenta esta afirmación cuando sostiene que la sociedad:
3
Jean Leclant, “El imperio de Kush: Napata y Meroe”, en Gamal Mokhtar, Historia general de África II. Antiguas
civilizaciones de África, Tecnos / Unesco, Madrid / París, 1985, p. 289.
4
Barbieri García, Martha, “Certezas y malos entendidos sobre la categoría de género”, en Laura Guzmán y Gilda
Pacheco (compiladoras), Estudios básicos de Derechos Humanos, San José: Instituto Interamericano de Derechos
Humanos, 1996, p. 51.
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Asigna papeles distintos a los dos sexos, desde su nacimiento los rodea de expectativas de
conducta diferentes, representa todo el drama de cortejo, matrimonio y paternidad en términos de
tipos de conducta considerados como innatos y, por consiguiente, apropiados para uno y otro
sexos. Sabemos veladamente que estos papeles han cambiado incluso en el transcurso de nuestra
historia
5
.
Todos estos modelos de conductas asignados a ambos sexos, dice la autora, son superficiales,
especialmente los de la mujer, aunque a menudo no se apliquen a todas las mujeres, sino solo a
las de clase alta. Y esta equivocada noción de que las mujeres de esa clase eran las marionetas de
la cambiante tradición no ayudó en absoluto a clarificar la situación; además, los papeles de los
hombres no fueron cuestionados, se creía que estos marchaban por una senda masculina de
carácter especial, y que por ello tenían derecho a moldear a su antojo la feminidad de las mujeres.
Toda discusión sobre la posición de las mujeres, sobre su carácter y temperamento o sobre la
esclavitud o emancipación de estas, oscurece la solución básica: aceptar que la trama cultural que
hay detrás de las relaciones humanas es la forma como se conciben los papeles de ambos sexos, y
que el muchacho, en su crecimiento, es moldeado según un especial énfasis local, tan
inexorablemente como lo es la muchacha
6
.
La antropóloga británica estudia unos orígenes de la humanidad y del papel de las mujeres que,
en su opinión, se basan en un enfoque viciado, contaminado por el machismo de un patriarcado
que ha interpretado todo a su antojo y conveniencia. Sin escrúpulos a la hora de fabular leyendas
heroicas para individuos cobardes y mediocres. La historia, entonces, ha sido contada como
convenía a los intereses del patriarcado, no tal cual era. Lerner, en Creación del patriarcado,
asegura que en la búsqueda del relato histórico tenemos ante nosotros pedazos de útiles, de
tumbas, de casas, de cerámica y demás objetos de origen dudoso y, junto a ellos, restos humanos.
Los unimos con la esperanza de que nos cuenten la historia, que interpretamos ayudados por
conjeturas y con la comparación de lo que se sabe de los pueblos primitivos, incluso utilizando la
filosofía o la religión, nos ayudamos a crear un modelo de ese pasado anterior al inicio de la
civilización. Y creemos que es historia. Pero el esquema conceptual con el que interpretamos los
instrumentos y objetos va a determinar la conclusión a la que se arribe, y ese no está libre de
juicios de valor: Hacemos al pasado las preguntas que queremos ver respondidas en el presente.
Durante largos períodos de la época histórica el marco conceptual que conformaba nuestras
preguntas era aceptado como un hecho reconocido, indiscutible e incuestionable. Mientras la
concepción teleológica cristiana dominó el pensamiento histórico se consideró a la historia
precristiana meramente un estadio previo a la verdadera historia, que comenzó con el nacimiento
de Cristo y acabaría con el segundo advenimiento.
Cuando la teoría darviniana dominó el pensamiento histórico, se vio la prehistoria como un
estadio de «barbarie» dentro de un proceso evolutivo de la humanidad que iba de lo más simple a
lo más complejo. Lo que triunfaba y sobrevivía era considerado, por el mero hecho de su
supervivencia, superior a lo que se esfumaba y que, por consiguiente, había «fallado»
7
. Debido a
que el mundo se interpretaba desde los presupuestos androcéntricos
8
, los hallazgos sobre el
pasado se referían a una suerte de ordenación según sexo-género absolutamente equivalente con
5
Margaret Mead, Sexo y temperamento en las sociedades primitivas, Barcelona, Laia, 1973, p. 23.
6
Ibíd., p. 24.
7
Gerda Lerner, La creación del patriarcado, Mónica Tusell (traductora), Barcelona, Crítica, 1990, p. 21.
8
Según la definición del diccionario: “Visión del mundo desde el punto de vista masculino”.
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la actual. Así, se daba por sentada la existencia del dominio masculino durante todo el pasado que
apenas atisbamos, y cualquier evidencia -científica- que dijera lo contrario, se leía como una
excepción a la norma. El mensaje de estos supuestos estudios científicos siempre fue que los
hombres dominaron siempre. Moore, por su parte, sostiene que la presencia de la mujer en los
informes etnográficos ha sido constante, pero ello se debe al interés que la antropología ha tenido
siempre por la familia y el matrimonio, es decir, no había un problema de ausencia de mujeres en
los estudios, lo había en la forma cómo afrontaban esa presencia, el enfoque de su representación.
Los autores de un famoso estudio sobre la cuestión, analizaron las distintas interpretaciones
aportadas por etnógrafos de ambos sexos acerca de la situación y la idiosincrasia de las
aborígenes australianas. Los etnógrafos varones calificaron a las mujeres de profanas,
insignificantes desde el punto de vista económico y excluidas de los rituales. Las etnógrafas, por
el contrario, subrayaron el papel crucial desempeñado por las mujeres en las labores de
subsistencia, la importancia de los rituales femeninos y el respeto que los varones mostraban
hacia ellas.
La mujer estaba presente en ambos grupos de etnografías, pero de forma muy distinta
9
. Esta
disparidad de criterios en la que los hombres antropólogos hacían unas interpretaciones de los
datos completamente sesgadas en contra del papel de las mujeres en las culturas antiguas que
estudiaban fue lo que generó que algunas estudiosas del área se plantearan una antropología de la
mujer, la que surgió durante los primeros años de la década de los setenta del siglo XX, con el
único fin de explicar la forma cómo representaba a la mujer la literatura antropológica. Y de
cuestionar esos enfoques machistas que relegaban a las mujeres a papeles de segundonas aún
cuando había evidencia de que eran protagonistas. Fue así que rápidamente se llegó a vincular
este planteamiento con el androcentrismo, del que, según la autora, se distinguen tres niveles: “El
primer nivel corresponde a la visión personal del antropólogo, que incorpora a la investigación
una serie de suposiciones y expectativas acerca de las relaciones entre hombres y mujeres, y
acerca de la importancia de dichas relaciones en la percepción de la sociedad en su sentido más
amplio”
10
.
Pero de la percepción de su sociedad, de aquella en la él mismo ha sido educado, es decir, solo es
capaz de analizar el pasado de gentes antiguas y extrañas desde su particular y reducida óptica
presente, reproduce en las conclusiones acerca de los hallazgos las de su propia pequeña vida. En
cuanto al segundo efecto distorsionador, en muchas sociedades se da por sentado que la mujer
está subordinada al hombre desde antes de que pudieran hablar o incluso andar en dos patas, “y
esta visión de las relaciones entre los dos sexos será la que probablemente se transmita al
antropólogo encuestador”
11
. De este modo, una visión prejuiciada es la que contagia el
antropólogo a sus estudios.
El tercer y último nivel de androcentrismo procede de una parcialidad ideológica propia de la
cultura occidental: los investigadores, guiados por su propia experiencia cultural, equiparan la
relación asimétrica entre hombres y mujeres de otras culturas con la desigualdad y la jerarquía
que presiden las relaciones entre los dos sexos en la sociedad occidental. Algunas antropólogas
feministas han demostrado que, incluso en sociedades donde impera la igualdad en las relaciones
entre hombres y mujeres, los investigadores son en muchas ocasiones incapaces de percibir esta
9
Henrietta Moore, Antropología y feminismo, 5. ª ed., Ediciones Cátedra / Universitat de València, Valencia, 2009,
p. 14.
10
Ibíd., p. 14.
11
Ibíd.
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igualdad potencial porque insisten en traducir diferencia y asimetría por desigualdad y
jerarquía
12
.
Esta constatación de las actitudes tan poco científicas de los hombres antropólogos, que mediante
el uso indiscriminado de sus prejuicios falsearon las descripciones y las conclusiones de sus
estudios, ayudó a mantener las ideas patriarcales sobre la inferioridad de mujer y el predominio
de los hombres sobre ellas. Y fue este descubrimiento el que llevó a las antropólogas feministas a
concebir que tenían una tarea fundamental en el desmantelamiento de la influencia androcéntrica
de la estructura de tres niveles mencionada. Con el tiempo y los reclamos de las mujeres
organizadas, las feministas, muchas cosas han sido cambiadas.
Solo hay que recordar que el sufragio femenino fue una conquista de mujeres que hasta perdieron
sus vidas como las tenía, pues estaba tan mal visto ser sufragista casi más que ser prostituta. La
situación de desigualdad legal, de derecho, que es distinta a la desigualdad de facto, de hecho, se
ha ido modificando lentamente. Facio y Fries manifiestan que, en la actualidad, conceptualmente,
las diferencias entre los sexos no significan desigualdad jurídica, puesto que no resulta imposible
concebir a las mujeres y a los hombres como legalmente iguales en su diferencia.
Pero no ha sido en caso, al menos en los últimos cinco o seis mil años. Desde el punto de vista
histórico, las diferencias entre los sexos y la desigualdad legal están estrechamente ligadas. ¿Por
qué? Porque la diferencia mutua entre los hombres y mujeres se concibió como la diferencia de
las mujeres respecto a los hombres cuando los primeros tomaron el poder y se erigieron en el
modelo de lo humano
13
. Es en ese momento donde se halla el origen de la violencia contra la
mujer, en ese exacto momento en que los hombres se erigen como la medida de lo humano,
porque allí desechan las cualidades femeninas existentes y crean otras, unas a su medida y
semejanza. Ya no quieren mujeres valientes, quieren mujeres asustadizas, ya no necesitan
mujeres que piensen, que luchen a su lado en igualdad de condiciones, quieren mujeres sumisas,
ya no precisan de mujeres valientes, las precisan cobardes y medrosas. En adelante las quieren
obedientes y asustadizas, desiguales y en condición de inferioridad.
A partir de aquí la mujer pasa a ser redefinida por el hombre, se diría que hecha a imagen y
semejanza de sus miedos y complejos, de sus deseos más inconfesables: quería una criada, una
esclava, alguien a quien mandar, humillar si le apetecía, pero nunca una compañera, aunque más
adelante se inventó la religión para decir que era eso, pero como un favor porque la maldad de las
mujeres es tan grande, que necesita que un hombre la controle férreamente todo el tiempo. Sin
embargo, tuvieron entonces -cuando se cargaron el politeísmo democrático con dioses y diosas y
se montaron un dios macho y misógino- esas organizaciones sostenedoras del patriarcado el
mínimo de decencia de decirle que era de segunda, apenas salida de una costilla, porque ese dios
inventado por ellos solo podía crearlos a ellos del mejor material. Ese constructo que creó la
nueva religiosidad, la monoteísta, que venía a reemplazar al politeísmo, en muchas maneras más
democrático y no machista, fue una loza que aún pesa en las luchas de las mujeres por sus
derechos en igualdad de condiciones.
Desde entonces, la diferencia sexual ha significado desigualdad legal en perjuicio de las mujeres.
Esta desigualdad podría haberse dado en contra del sexo masculino si el parámetro de lo humano
hubiese sido a la inversa. Pero, está empíricamente probado que la jerarquización se hizo y se
12
Ibíd.
13
Alda Facio y Lorena Fries, “Feminismo, género y patriarcado”, Academia, n. º 6, 2005, p. 259.
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hace en favor de los varones. Es más, en todas partes y en la mayoría abrumadora de las culturas
conocidas, las mujeres somos consideradas de alguna manera o en algún grado, inferiores a los
hombres. Cada cultura hace esta evaluación a su manera y en sus propios términos, a la vez que
genera los mecanismos y las justificaciones necesarias para su mantenimiento y reproducción
14
.
No obstante, pese a que el grado de inferioridad de las mujeres con respecto a los hombres varía
en cada cultura, así como los argumentos que la justifican pueden presentar ciertamente
disimilitudes también, hay elementos comunes en las formas y los contenidos de las
justificaciones. Janet Saltzman ha identificado tres de estas coincidencias: primero, una ideología
que se expresa en el lenguaje, el que explícitamente devalúa a las mujeres.
Aquí es oportuno recordar que las feministas llevan un tiempo hablando de la necesidad de un
lenguaje inclusivo y de la necesaria revisión de términos que degradan a la mujer, sin mayor
éxito, ya que los académicos son casi en su totalidad hombres. Hombres mayores, hombres
machistas, hombres misóginos, hombres privilegiados que no quieren dejar entrar a una
organización de la que ellos han medrado tanto. El lenguaje, de acuerdo a lo que citan las autoras,
otorga a ellas, a sus roles, actividades, productos y entorno, considerablemente menos prestigio
que el que da a los hombres.
El segundo de los tres elementos que ha encontrado Saltzman es que se atribuyen significados
negativos a las mujeres y a sus actividades mediante hechos simbólicos o mitos, esto es, que no
siempre se dicen directamente, a menudo solo se insinúan, se sobreentiende, se asumen. El último
hallazgo tiene que ver con las estructuras de los ámbitos políticos, económicos y culturales, los
que han sido diseñadas para excluir s a las mujeres de la participación y, lo más importante, del
contacto con los espacios de mayor poder. Es esa imagen que se ve mucho en la televisión:
hombres de traje hablando ante las cámaras y mujeres con uniforme de criadas sirviendo bebidas
y limpiando.
Facio y Fries consideran que hay que agregar un cuarto elemento, “el pensamiento dicotómico,
jerarquizado y sexualizado, que lo divide todo en cosas o hechos de la naturaleza o de la cultura,
que al situar al hombre y lo masculino bajo la segunda categoría, y a la mujer y lo femenino bajo
la primera, erige al hombre en parámetro o paradigma de lo humano, al tiempo que justifica la
subordinación de las mujeres en función de los pretendidos roles naturales”
15
. El rol natural de la
mujer por antonomasia es nada menos que la maternidad, esa función que los hombres no pueden
cumplir por mandato de la naturaleza, y que han decidido sacralizar para mantener a las mujeres
atadas a la prole, a la crianza, a la casa, en resumen, a lo doméstico.
La subordinación de las mujeres es un hecho universal y absoluto, por lo menos hasta hace
relativamente poco tiempo, cuando nadie osaba cuestionar las estructuras patriarcales de las
sociedades. Estas estructuras han involucrado siempre la sexualidad, la afectividad, la economía y
la política, y ello ocurre en todas las sociedades, al margen del grado de sofisticación que estas
tengan. Por ejemplo, en Noruega, una nación que a menudo aparece en los listados de desarrollo
como el mejor país del mundo, las mujeres siguen teniendo problemas de discriminación salarial,
laboral, violaciones, violencia de género, etc. Asimismo, y volviendo la mirada al entorno propio,
en el Ecuador la violencia contra las mujeres es una costumbre tan naturalizada que cuando
algunas tímidas organizaciones reclaman los hombres se atreven a mofarse de ellas en público.
Los medios de comunicación celebran a los machistas. Y ambos países no se parecen en nada, no
14
Ibíd.
15
Ibíd., p. 260.
Natividad Alcívar López, Salomón Alejandro Montecé Giler
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. 6, Año 2020, Edición Especial (Julio)
comparten continente, sus niveles de desarrollo están el de cada uno en un extremo distinto, ni
siquiera comparten una religión y un pasado de colonialismo.
Esto permite concluir que el patriarcado es algo profundamente enraizado en la historia del
mundo, que no se va a erradicar con una reorganización mediante normativa como la de violencia
de género, las cuotas, etc. “Instituciones como la familia, el estado, la educación, las religiones,
las ciencias y el derecho han servido para mantener y reproducir el estatus inferior de las
mujeres”
16
. Son todas esas cosas juntas las que tienen que cambiar, ese reinicio del sistema que
proponía. Y, al igual que cuando se implantó el patriarcado, llevará mucho tiempo revertir esos
constructos largamente construidos y cimentados por varias ciencias y por una teología hecha a
medida de las necesidades del patriarcado. Cambiar esa ideología que ha sustentado la
configuración del mundo durante varios miles de años llevará, asimismo, otros tantos años.
La ideología, según el Diccionario de la lengua española es: De idea y -logía, sobre el
modelodel fr. idéologie.
1. f. Conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una
persona, colectividad o época, de un movimiento cultural, religioso o político, etc.
2. f. Fil. Doctrina que, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, tuvo por
objeto el estudio de las ideas
17
.
El patriarcado es un sistema de creencias de orden coherente, que orienta a la gente sobre una
determinada manera de entender y de enfrentar el mundo, de valorarlo, lo que proporciona unos
parámetros de evaluación de las conductas y de los fenómenos sociales en general, además, tiene
un conjunto de respuestas a los comportamientos que considera apropiadas, por tanto, y
volviendo a Facio y Fries, una ideología sexual, que es lo que es el patriarcado, sería un sistema
de creencias que además de explicar las relaciones y las diferencias entre hombres y mujeres
establece que uno de los sexos, el masculino, es el parámetro de lo humano: Basándose en este
parámetro, el sistema especifica derechos y responsabilidades, así como restricciones y
recompensas, diferentes e inevitablemente desiguales en perjuicio del sexo que es entendido
como diferente al modelo.
Además, el sistema justifica las reacciones negativas ante quienes no se conforman, asegurándose
así el mantenimiento del statu quo
18
. El otro sexo es secundario, sus impulsos vitales no sirven.
Para abundar un poco más sobre la ideología, y en un plano de análisis distinto de la teoría
feminista, es importante citar a Ricoeur, quien sostiene que: (Real Academia Española de la
Lengua 2014)
La ideología funciona para agregar cierta plusvalía a nuestra creencia a fin de que nuestra
creencia pueda satisfacer los requerimientos de la autoridad. La idea marxista de la deformación
tiene más sentido si decimos que la función de la ideología es siempre legitimar una pretensión
de legitimidad, agregando un suplemento a nuestra espontánea creencia. La función de la
ideología en esta fase consiste en llenar la brecha de credibilidad que existe en todos los sistemas
de autoridad
19
. Y en la construcción de la ideología del patriarcado, precisamente para satisfacer
los requerimientos de autoridad, hace acto de presencia la religión cristiana, que Beauvoir
16
Ibíd.
17
Real Academia Española de la Lengua, Diccionario de la lengua española, 23. ª ed., Madrid, Espasa, 2014.
18
Facio y Fries, “Feminismo, género y patriarcado”, p. 261.
19
Paul Ricoeur, Ideología y utopía, Alberto Bixio (traductor), 2. ª ed. Barcelona, Gedisa Editorial, 1994, p. 213.
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denomina como la ideología cristina, de la que -afirma- ha contribuido en mucho a la opresión de
la mujer. Y esto pese a que al principio fueron las mujeres las que más rápidamente se adhirieron
a sus ideas. De hecho, en los primeros tiempos del cristianismo, cuando las mujeres se sometían
al yugo de la Iglesia se las incluía relativamente en las actividades, se les permitía dar testimonio,
pero solo participaban del culto a título secundario, solamente estaban autorizadas para llevar a
cabo tareas laicas como cuidado de enfermos y ayuda y socorro a los leprosos. La parte más
importante de este, como oficiar misa, oír confesiones, cobrar por los oficios, solo la pueden
hacer los hombres. Las monjas, por ejemplo, han tenido siempre actividades muy restringidas, y
no han disfrutado del poder económico de los hombres de sotana. Eso, sin mencionar los abusos
sexuales a los que han sido sometidas desde el principio de la religión y que apenas empiezan a
conocerse.
Volviendo a la ideología cristiana de De Beauvoir, cita la autora la idea que tiene esta ideología
sobre la institución del matrimonio, en el que se exige fidelidad a ambos cónyuges, no obstante
que la mujer queda en su celebración completamente subordinada al marido, en esa tradición tan
ferozmente antimujeres de los judíos. Es Pablo quien ordena a las mujeres recogimiento y
discreción, y lo hace en base a lo que dice en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, que
sostienen, ambos, el principio de subordinación de la mujer al marido en los siguientes términos:
“Porque el varón no es de la mujer, sino la mujer del varón; y porque tampoco el varón fue criado
por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón. Y en otro lugar: Así como la Iglesia está
sometida a Cristo, así sea sumisa en todas las cosas la mujer al marido”
20
. En ninguna parte dice
que el marido queda sometido a la mujer, de hecho, sobre las obligaciones de él con ella tampoco
es que abunda. Sus derechos de propiedad, en cambio, están en primer plano. En definitiva, aquí
está, en el Viejo Testamento (y en el nuevo), la base sobre la que se asienta la idea de la
propiedad que los hombres creen que pueden ejercer sobre las mujeres. Esta corta oración los
justifica en un ejercicio de posesión de la mujer y de libertad de acción para ellos.
Por esta tradición bíblica es que aquello intangible e inefable que es la sabiduría popular suele
decir que el hombre es de la calle y la mujer de la casa. Y es por ello que muchas feministas
consideran a esta institución, la del matrimonio tal y como está concebida, como una cárcel en la
que la mujer pierde, pierde su libertad, sus bienes, y hasta su voluntad. Aún en la actualidad,
puesto que cuando contrae matrimonio se agencia un montón de trabajo doméstico, obligaciones
de todo tipo, un jefe en su propia casa y no obtiene ni la lealtad y la fidelidad exigidas a ella en
cualquier sociedad. Todo son obligaciones y ningún privilegio. La manutención que se supone
debe el marido a la mujer es un tema que podría discutirse, pues son muchos los que apenas
llevan comida a la casa y la mujer ha trabajado de muchas maneras a lo largo de la historia. Más
bien, a menudo, cuando se obtiene lo que obtiene es un verdugo, un hombre que la maltrata de
varias maneras. Hecho que la legislación hace poco ha empezado a considerar ilegal, hasta hace
nada no entraba en los códigos penales.
Continuando con el análisis de la ideología cristiana, sostiene De Beauvoir que en una religión
donde la carne se ha reputado como maldita desde las primeras páginas, la mujer, al ser deseada
por los hombres (por lo menos un buen número de ellos, recuérdese que hasta entonces la
homosexualidad era común y normal), aparece como la más temible de las tentaciones del
demonio: Tertuliano escribe: «Mujer, eras la puerta del diablo. Has persuadido a aquel a quien el
diablo no osaba atacar de frente. Por tu culpa ha debido morir el Hijo de Dios; deberías ir siempre
20
Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Madrid, Cátedra, 2017, p. 107.
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vestida de luto y harapos». San Ambrosio: «Adán fue inducido al pecado por Eva, y no Eva por
Adán. Aquel a quien la mujer ha inducido al pecado, justo es que sea recibido por ella como
soberano». Y San Juan Crisóstomo: «Entre todas las bestias salvajes, no hay ninguna más dañina
que la mujer»
21
. Más adelante, en el siglo IV, cuando se compone el derecho canónico, el
matrimonio (concebido como la unión de un hombre y una mujer), se considera como una
flaqueza humana, incompatible con la perfección cristiana, que no se sabe exactamente en qué
consistía. San Jerónimo pide, sin medias tintas, que se acabe con el matrimonio, para que los
hombres no tengan trato carnal con las mujeres.
De tenerlo con otros hombres no dice nada: A partir de Gregorio VI, cuando se impone el
celibato a los sacerdotes, se subraya más severamente el carácter peligroso de la mujer: todos los
Padres de la Iglesia proclaman su abyección. Santo Tomás será fiel a esta tradición cuando
declara que la mujer no es más que un ser «ocasional» e incompleto, una suerte de hombre
frustrado. «El hombre es la cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es la cabeza del
hombre -escribe-. Es una constante que la mujer está destinada a vivir bajo el dominio del
hombre y no tiene ninguna autoridad por sí misma»
22
.
Esta ideología cristiana, mediante el derecho canónico, solo admite el matrimonio en el régimen
de dote, lo que hace a la mujer impotente si no tiene esos recursos para pagarle a un hombre para
que se case con ella. Lo de la dote pronto se convirtió en un negocio para los hombres. A lo largo
de toda su historia estos se han casado cuando han estado quebrados o han nacido en la miseria.
La dote les vino a solucionar a ellos un problema económico coyuntural.
Además de eso, a las mujeres se le prohíben los oficios viriles (cualesquiera que estos sean),
interponer denuncia ante la justicia (lo que quiere decir que le hagan lo que le hagan no puede
denunciar) y su testimonio no vale nada, es decir, tampoco se la oye darlo, no es testigo fiable
sobre cualquier acontecimiento. Lo que hace la Iglesia cristiana (más adelante se llamaría
católica, romana y apostólica) es honrar la maternidad y la cualidad de esposa de la mujer, y la
esclaviza a estas funciones, le exige que tenga todos los hijos que pueda tener su cuerpo, le
prohíbe cualquier intento de control de natalidad y le exige resignación si el marido es
maltratador. Sobre las infidelidades de este, las justifica en la naturaleza inquieta de los hombres,
a diferencia de las mujeres, que son pasivas, dice, y los etiqueta como pecados, que perdona si
rezan dos o tres oraciones.
Sobre la ausencia del hombre de todo lo relacionado con crianza, la Iglesia, que encarece el hogar
y la familia como la base de la sociedad, cuando el marido es un ausente de las funciones de
padre y no hace labores en la casa lo justifica en que la crianza y las tareas son de la mujer y solo
de ella. Porque la mujer es una negada para cualquier actividad más allá de la maternidad y las
labores domésticas, también muchos hombres se quejan de que ni siquiera esto lo hacen bien.
Claro que ninguno de ellos ha intentado siquiera hacer eso. Es así que, después de que el
constructo de la mujer se había ya establecido como doméstico, inferior e incompetente para
cualquier actividad de alguna exigencia física o intelectual, vino a religión a hacer hincapié en
esas incapacidades; pero, sostiene De Beauvoir, su incapacidad “se debe a su situación en el seno
de la familia, no a su sexo”
23
.
21
Ibíd.
22
Ibíd., p. 109.
23
Ibíd.
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La religión cristiana, que creó el monoteísmo, puesto que hasta entonces la gente era politeísta, es
decir, tenía un dios para cada cosa, se ganó el fervor de la población con su aparente
acercamiento a las clases populares, puesto que en aquel tiempo la vida de una persona dependía
de la tribu, del grupo al que perteneciera. Las guerras tribales y los abusos de los gobernantes
mantenían a la población en alerta permanente, el Estado como tal aún no hacía aparición. Y los
cristianos se convirtieron rápidamente en un grupo poderoso, sobre todo porque eran muchos y
porque en la doctrina se insertaron dos elementos que atrajeron creyentes: el primero es el perdón
de los pecados mediante lo que sería un trámite administrativo, rezar unas pocas oraciones; el
segundo es la certeza de que hay vida después de la muerte y de que allí todos son iguales. Para
quienes vivían unas vidas miserables, esa promesa de igualdad más allá de la muerte les aliviaba
la carga. En los inicios de esta ideología no existían instituciones que protegieran a la gente de los
abusos de los gobernantes, la religión les ofreció eso, a cambio se convirtió en cadenas para las
mujeres, a las que otorgó una reputación de perversas y pervertidas a la vez. Nacía allí la
herramienta más poderosa del patriarcado.
El patriarcado es la ideología que subordina a las mujeres: Es este el caso de las ideologías
patriarcales, que no solo construyen las diferencias entre hombres y mujeres, sino que las
construyen de manera que la inferioridad de estas es entendida como biológicamente inherente o
natural, Aunque las diversas ideologías patriarcales construyen las diferencias entre los sexos de
manera distinta, en realidad este tipo de ideología solo varían en el grado en que legitiman las
desventaja femenina y en el número de personas que comparten un consenso sobre ellas
24
. Larga
y sin pausa ha sido esa construcción social de la inferioridad de la mujer, que es un proceso
histórico no un hecho natural.
Esto no se basa en un determinismo biológico, por tanto, y siguiendo a Lerner, puede acabarse un
día. “Se podría aducir que cambiar la naturaleza es precisamente lo que la civilización ha hecho,
pero que hasta ahora la mayor parte de los beneficios de la dominación de la naturaleza, lo que
los hombres llaman «progreso», ha ido a parar al macho de la especie”
25
. ¿Cómo llegó a suceder
esto y por qué?, son preguntas cuyas respuestas explicarán las razones de la subordinación
femenina desde hace como cinco mil años. La defensa tradicional de la supremacía masculina
basada en el razonamiento determinista biológico ha cambiado con el tiempo y ha demostrado ser
extremadamente adaptable y flexible. Cuando en el siglo XIX empezó a perder fuerza el
argumento religioso, la explicación tradicional de la inferioridad de la mujer se hizo «científica».
Las teorías darvinianas reforzaron la creencia de que la supervivencia de la especie era más
importante que el logro personal
26
.
Asimismo, la clase privilegiada aprovechó las ideas darwinianas y las convirtió en un evangelio
social, el que justificaba la distribución desigual de las riquezas y sus privilegios. Los defensores
pseudocientíficos del patriarcado hallaron en esas mismas ideas la justificación de la definición
de las mujeres por su rol maternal y su exclusión de la educación y las oportunidades económicas
(como heredar o llevar un negocio) debido, decían, a que estaban dedicadas a una causa en todo
sentido más noble: la supervivencia de la especie mediante el parto frecuente. A causa de su
constitución biológica y su función maternal se pensaba que las mujeres no eran aptas para una
educación superior y otras actividades profesionales. Se consideraba la menstruación y la
24
Facio y Fries, “Feminismo, género y patriarcado”, p. 261.
25
Lerner, La creación del patriarcado, p. 10.
26
Ibíd., p. 24.
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menopausia, incluso el embarazo, estados que debilitaban, enfermaban, o eran anormales, que
imposibilitaban a las mujeres y las hacían verdaderamente inferiores
27
. Todas estas creencias,
porque ninguna tenía una base científica, arrastradas a lo largo de unos cuantos milenios,
justificaban en la cabeza de los hombres sus múltiples privilegios, igual que la clase alta justifica
los suyos en la teoría darwiniana y en cualquier otra que les permita seguir disfrutándolos. Estas
son, a no dudarlo, adhesiones convenientes Patriarcado y clase alta son, de hecho, inseparables.
(No obstante, este texto no pretende llegar mucho más allá en su pretensión).
Para cimentar estas ideas denigradoras de la mujer, es preciso mencionar que la ciencia fue usada
con fines espurios, pues los presuntos científicos se esmeraban en llegar a conclusiones
peregrinas basadas en algún caso excepcional con tal de lanzar infundios en contra de las
mujeres. Se diría, en jerga popular, que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y eso es lo
que pasó con los hombres que tenían a la ciencia como herramienta: veían solo lo que querían. En
la medicina se encuentra un ejemplo estridente de esta costumbre de despreciar a la mujer. De
Beauvoir manifiesta que: En su tratado de la Naturaleza, Linneo deja a un lado por «abominable»
el estudio de los órganos genitales de la mujer. El médico francés Di Laurens se pregunta
escandalizado cómo «ese divino animal lleno de razón y de juicio llamado hombre puede sentirse
atraído por esas partes obscenas de la mujer, manchadas de humores y vergonzosamente
colocadas en la parte más baja del tronco»
28
. Carlos Linneo era un naturalista, botánico y zoólogo
sueco del siglo XVIII. Su trabajo está profundamente impregnado de misoginia. El éxito de su
obra se debe, como en muchos otros casos, a lo furibundo de su odio por las mujeres.
El patriarcado no ha descansado nunca en agraviar a la mujer. El sueco Linneo no ha sido el
único médico dedicado a estos menesteres, en realidad han sido tantos. Uno antiguo y de mayor
prestigio y mayor influencia es el médico griego del siglo II de la era común, que desarrolló gran
parte de su actividad profesional en el Imperio romano, el famoso Galeno. Este médico no
estudió las enfermedades de las mujeres ni escribió ningún tratado sobre sus dolencias, incluso en
los comentarios que hizo de Hipócrates no se refirió a lo que este había escrito sobre
ginecología. Su único comentario médico fue uno en el que se refería a las posibles epidemias
relacionadas con la capacidad reproductora femenina. No obstante, sí hizo referencias a las
mujeres. En todas ellas propuso la inferioridad de la naturaleza femenina respecto a la del varón,
la que adujo debida a la constitución anatómica de los órganos reproductores; llegó, también, a la
misma calificación en otra serie de obras en las que aparentemente no habrían cabido juicios de
valor por no ser de contenido anatomo-fisiológico. Con ello mantuvo una tradicional
discriminación científica de las mujeres, hallada ya en las primeras racionalizaciones médicas
29
.
El sexismo de galeno es misoginia en estado puro, pero solo es una muestra de cómo ha
funcionado la medicina. Llenos de tópicos en contra de las mujeres, repletos de prejuicios
religiosos que los benefician por ser hombres, los médicos (recuérdese que a las mujeres se les
prohibía estudiar) se dedicaron a inventar toda clase de infundios y barbaridades para
desprestigiar a las mujeres desde la ciencia. ¿Puede, entonces, decirse que estos individuos son
científicos? Tenemos la idea de que la ciencia es un área de conocimiento, por tanto, imparcial y
objetiva. Desde que el método científico empezó a gozar de prestigio el mundo mejoró, porque le
ganó la batalla a la oscuridad religiosa que imperó durante ese largo periodo que se conoce como
27
Ibíd., p. 25.
28
De Beauvoir, El segundo sexo, p.153.
29
Rosa Moreno Rodríguez, “La ideación científica del ser mujer en Galeno”, DYNAMIS, n. º 15, 1995, p. 104.
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la Edad Media. Sin embargo, no ha sido así en lo que tiene que ver con el género femenino. El
patriarcado ha usado la medicina y todas las ciencias en general para intentar alargar su ya
cuestionada existencia. Solo hay que recordar todas las infamias que sobre las mujeres dijo un
médico vienés que andaba caliente todo el día (Freud), para quien las mujeres en lo único que
pensamos es en sexo y queremos un pene a toda costa. Como dice Alemany Gómez de Freud,
este “ante la incomprensión del malestar de las mujeres en la sociedad patriarcal del siglo XIX,
no se le ocurrió otra solución que calificarnos de histéricas, es decir situar la culpa en nosotras”
30
.
Su propia incapacidad de entendimiento la trocó este misógino en taras femeninas que fabuló a su
antojo. En la actualidad las mujeres hemos descubierto que nuestras enfermedades no se han
estudiado, lo que han hecho es convertir estados normales como el parto y la menopausia en
enfermedades. Se diría que en la actualidad hay una nueva medicina, una de mujeres, igual que
hubo una antropología de mujeres para echar abajo las conclusiones machistas y misóginas de
esos estudios que hacían los hombres. Por fin el enfoque de género está calando en la medicina,
pero, dato curioso, casi todas las estudiosas son mujeres.
Entre todo lo que forma parte de la construcción de género que sostiene al patriarcado, de la
estrategia del desprestigio contra las mujeres para ensalzar a los hombres constan la ciencia, la
literatura (Homero es un buen ejemplo de sublimación de la violencia contra la mujer), la
filosofía, la religión. En literatura, por ejemplo, Omatos, en un análisis de varios renombrados
textos literarios, afirma que se puede constatar que la sátira en contra de la mujer es objeto de
interés para lectores y oyentes a lo largo de toda la historia, especialmente de la Antigüedad, lo
que se evidencia en la continuidad de la tradición literaria transmitida por cuentos y cantos
populares. Una muestra de esto lo constituye el poema de Semónides de Amorgosl, donde retoma
el mito de Pandora como el origen de todos los males que afligen a los hombres, haciendo que las
mujeres procedan de diversos animales en una analogía zoológica que destacaba los aspectos más
negativos de cada mujer.
Este cuento se encuentra publicado en la Biblia, allí se lo conoce como el relato del diluvio
universal. A continuación se cita la traducción exacta de la autora mencionada: Cuando el diluvio
terminó salió Noé del arca con su familia. Noé tenía cuarenta hijos y una hija. Un día le dicen los
hijos: «¡Padre, queremos mujeres!". Y dime, ¿qué podía hacer el infeliz, que tenía sólo una hija y
cuarenta hijos? Entonces hace una súplica al Señor para que le inspire sobre lo que debe hacer. El
Señor le dijo que cogiera una hembra de cada especie y que, cuando fueran treinta y nueve, las
encerrara junto con su hija en el arca y que permanecieran allí veinticuatro horas. Cuando pasó el
tiempo, abrió Noé la puerta y, ¿qué es lo que vio? ¡Cuarenta hermosuras! Y comienzan a besarle
la mano y a decirle: ¡bienvenido seas, padre! Y llamó a cada uno de sus hijos y les dio una a cada
uno. Los hijos se quedaron tranquilos y se fue cada uno a su casa. Pero a Noé le entró gran
preocupación porque no sabía cuál de las cuarenta era su hija legítima. Invoca de nuevo al Señor
y el Señor le dice que pregunte a sus hijos y que cada uno le cuente qué tal le va con la mujer que
le había dado. El primero le dice: «Por Dios, padre, que me va bien en todo, pero de vez en
cuando me ladra como una perra». Entonces Noé se dijo para sus adentros: esta tiene que ser la
perra. El otro hijo le dice: «Es buena, padre, pero, de vez en cuando, muge». Esta tiene que ser la
vaca, se dice Noé. Y por las señas que le iba dando cada uno de los hijos, iba sabiendo Noé de
qué animal procedían las mujeres. Por eso, cada mujer procede de una raza de animal. La mujer
de Bedevín procede de la de la gata y, haga lo que haga, nunca está contenta. La de Aslanalí
procede de la mona con sus gracias, pues, en el patio de su casa hay un ciprés y todos los días se
30
Carme Alemany Gómez, “Menuda tarea nos espera”, Mujeres y Salud, n. º 43, p. 2.
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sube, arranca las piñas y se las tira a la cabeza. Sin embargo, feliz el hombre que tiene una mujer
que procede de La hija de Noé; ¡Solo una de cuarenta! La mía, ¡pobre de mí!, procede de la
tortuga; ¡tres días se ha tirado para hacer dos o tres dolmades de berenjenas!
31
.
Este cuento tiene dos partes claramente diferenciadas, una es el motivo folklórico sobre el origen
de las mujeres, la otra es la moraleja de que es casi imposible encontrarse en la vida con una
mujer que sea buena. Casi todas son de la peor especie. Casi todas las mujeres son malas, en
conclusión. Esta segunda parte, sostiene Omatos, que es igual en el poema y en la narración
bíblica, coincide con las incontables manifestaciones literarias sobre lo infelices que son los
hombres al lado de las mujeres. En la literatura antigua la mujer es objeto de toda clase de
invectivas. Homero es un exponente arduamente conocido de este tiempo, pues La Ilíada es un
libro de obligada lectura en la etapa de la educación secundaria. En su obra la mujer es un ser
mezquino, malicioso, mentiroso, sucio e insoportable, cuyo único objetivo en la vida es atrapar a
un pobre hombre y hacerle la vida insufrible.
En Homero el hombre es una víctima de la perversidad y demás vicios de la mujer, un pobre que
cae en los engaños, las mentiras y chantajes de la hembra. Y si hablamos de obras literarias, no
podemos dejar de mencionar a la Biblia, para continuar con el cambio abierto por Omatos, ya que
esta es considerada el libro más misógino jamás escrito. En El Pentateuco, los cinco primeros
libros del llamado Antiguo testamento, cuya autoría se atribuye a un tal Moisés, tiene una muy
profunda carga misógina. En estas se presenta a Eva como a la representación del mal, igual que
la tradición griega hizo con Pandora y su caja, que al abrirla desató sobre la humanidad tantos
males. En el caso de Eva es la manzana envenenada que le ofrece a Adán, el pobre inocente que
hace todo lo que la mujer le dice.
Toda la literatura española de la Edad Media es pródiga en misoginia. Ello se debe a que, en
primer lugar, estos países eran católicos; en segundo lugar, a que en toda la región cristiana se
desarrolló la Inquisición, una organización que velaba por la fe, que llevó a la hoguera a miles y
miles de inocentes allá donde iba. Las víctimas de la Inquisición, sin embargo, fueron
mayoritariamente mujeres, a las que acusaba de brujas. Hay estudios que dicen que intentaban,
por un lado, asustar y detener a las mujeres que tenían conocimientos de fitoterapia, pues ello les
otorgaba poder sobre la gente. Y el poder de las mujeres es lo que más temen los hombres. Otra
corriente sostiene que se trataba simplemente de la misoginia desatada, pues esta organización
tenía un poder omnímodo, en aquel tiempo podía matar a quien quisiera. Ponían y quitaban
gobernantes a su antojo, el Papa tenía más poder que cualquier rey o emperador. Además, y por si
lo anterior fuera poco, los hombres de la Iglesia se han distinguido siempre por su odio acérrimo
contra las mujeres, aunque a menudo ellas no se dan cuenta.
Por eso la Inquisición perseguía sobre todo a mujeres. Para sustentar esto vamos a citar a Cáseda,
que ha estudiado a la Inquisición en su localidad en el País Vasco: Las tierras vasco–navarras,
desde la Edad Media, fueron tierras de brujas según la tradición historiográfica. De hecho, en
1279 encontramos un primer caso documentado de brujería, de una mujer de Tudela multada por
curar con hierbas. En 1300, en la localidad de Viana, una mujer judía es acusada de hacer
31
Olga Omatos, “Misoginia en la tradición literaria neohelénica”, Fortunate, n. º 4, 1992, p. 166.
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hechizos. En 1329 fueron quemadas en Bastida (Navarra) cinco brujas por herboleras y hacer
bebedizos para envenenar a las gentes
32
.
Las acusaciones de brujas y envenenadoras, por supuesto, no eran ciertas. Una explicación
plausible pudiera ser que algunas personas sufrieran síntomas de envenenamiento al beber los
preparados por las herboleras porque se hubieran equivocado en algunos de sus componentes. EL
conocimiento sobre las propiedades curativas de las hierbas es en la actualidad muy extenso, sin
embargo, no se termina de conocer todo el poder curativo de la flora, pues aún se descubren
especies de plantas y de otras se encuentran nuevos usos y beneficios. A la luz de este dato, hay
que pensar que en ese tiempo todo era experimento y exploración con el uso de las plantas. “En
1330 dos herboleras fueron quemadas en Garazi y en 1334 dos más en Isaba. En casi todos los
casos se trata de herboleras o comadronas (“sorginen euskera significa ‘partera, que hace nacer’
haciéndose dicho término equivalente al de bruja en castellano) y pasaron a ser consideradas
chamánicas, anticristianas y por tanto irreverentes”
33
.
Las mujeres quemadas como brujas por la Iglesia católica casi siempre eran de origen rural, sitio
donde, primero, la religión no estaba muy asentada; después, tampoco había forma de acudir a un
médico para curarse de las enfermedades. Simplemente no existía ningún médico prestando sus
servicios en las zonas rurales. Si lo pensamos, en la actualidad los médicos siguen prefiriendo las
zonas urbanas, de hecho, las capitales (de provincia de país, económicas), y las áreas rurales, en
las estadísticas de todos los países, carecen de médico mientras a las urbanas les sobran.
Pero, volviendo a la satanización de la mujer que ayudó a hacer la literatura, es preciso considerar
que la literatura y las canciones son muy eficientes herramientas de transmisión de mensajes, por
su gran poder de penetración en la psique del individuo. La española Martí nos introduce en la
literatura europea de un tiempo en el que se encontraba aún en la oscuridad del Medioevo: La
Sexta Sátira de Juvenal y algunos versos del Ars Amandi de Ovidio son las fuentes clásicas que
los estudiosos suelen señalar como más utilizadas por los escritores misóginos medievales, que se
sitúan en el polo opuesto del amor cortés cuyos poetas ponían teóricamente a las mujeres sobre
un pedestal, hasta el punto de hacer de algunas agraciadas la soberana del hombre enamorado y el
modelo de todas las perfecciones
34
.
La sublimación e incluso divinización de algunas mujeres actuaba en desmedro de la mayoría,
pues estas eran consideradas como casos excepcionales, seres celestiales salidos de algún
resquicio de cielo, pero, en cualquier caso, lejos de la humanidad repleta de defectos del común
del género femenino. De los defectos de los machos de la especie no se habla, claro. Es tan fácil
que un artista que idealiza a una mujer durante un espacio de tiempo que puede ser más breve o
más largo cambie de idea al sufrir una decepción o una simple negativa, y se convierta en un
enemigo acérrimo y -por tanto- peligroso, ya no de aquella que lo rechazó en particular, de todas
ellas en general. Porque los hombres se sienten tan importantes que de su pequeña e inocua vida
pretenden extraer verdades y metáforas universales: “A finales del siglo XII, un escritor francés,
André Le Chapelain, compuso la obra De amore donde, después de cantar los méritos de una
dama y la sumisión de su amante, se lanza a una furiosa diatriba contra los vicios de las
32
Jesús Fernando Cáseda, “Brujas e inquisición en Calahorra: una historia poco conocida”, Kalakorikos, n. º 12,
2007, p. 304.
33
Ibíd.
34
Sacramento Martí, Lo que nuestros clásicos escriben de las mujeres. Una incursión crítica por la literatura
española, Delaware, Newark, 2015, p. 57.
Natividad Alcívar López, Salomón Alejandro Montecé Giler
202
Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. 6, Año 2020, Edición Especial (Julio)
mujeres”
35
. Por entonces había pocas escritoras, de hecho, apenas empezamos a enterarnos de
que detrás de algunos nombres de escritores se ocultaban talentosas mujeres; aunque ninguna se
atrevió a escribir esas abiertas diatribas en contra de los hombres. El patriarcado no lo habría
permitido. Y ellas lo sabían.
En la literatura cunden ejemplos de menosprecio frontal y más o menos velado por las mujeres,
de odio visceral y odio reposado, en todos los tiempos, de menosprecio profundo y desprecio
glacia. En la literatura actual algunos de esos libros llevan la etiqueta de eróticos, y se llevan al
cine y -ahora- a las series. La literatura erótica es un tiro en el pie para las mujeres que lo
cultivan, pero ellas no lo saben. Un género arduamente misógino es el de la autoayuda, que tiene
un altísimo componente religioso y enseña a la mujer a valorarse en función de un conjunto de
patrañas machistas y cristianas que al final van a derivar en que la mujer tiene que trabajar un
montón en aprender a vestirse, a hablar cuando le conviene, a complacer al macho, etc. Y la
narrativa como tal, sigue construyendo personajes femeninos dependientes, frágiles, sucios, de
segunda categoría.
Pero también, sobre todo en el último tiempo, una pléyade de escritoras (algunas jóvenes, otras
no tanto) han aterrizado en el mercado de la narrativa con personajes femeninos fuertes, recrean
mujeres independientes, útiles, luchadoras, positivas, sabias. También están las teóricas del
feminismo ya no desde los estudios de género de la universidad, ahora desde sus propias vidas y
todas sus profesiones. Algo que tienen en común todas estas feministas, por cierto, es lo tan
tremendamente ilustradas que son.
La filosofía es otra de las herramientas del patriarcado para desprestigiar a las mujeres y
cimentarse. Es conocida la misoginia de Aristóteles, quien en lo poco que debe de haber estado
de acuerdo con su predecesor, maestro de su maestro Platón, Sócrates, era en su certeza de la
inferioridad de las mujeres. Este filósofo era tan engreído que se dedicó a desmontar a los
anteriores, estaba firmemente persuadido de que solo él tenía razón. Y era un hombre tan
equivocado. Según Olvera Gómez el filósofo afirmaba que la inferioridad de las mujeres era
anatómica, fisiológica y ética. Para muestra unas líneas de Aristóteles en Las partes de los
animales: Entre los animales, el hombre es el que tiene el cerebro más grande a la talla y, entre
los hombres, los machos tienen el cerebro más voluminoso que las hembras. Son los hombres
quienes poseen mayor número de suturas en la cabeza, y el hombre las tiene en más cantidad que
la mujer, siempre por la misma razón, a fin de que esta región respire fácilmente, sobre todo el
cerebro más grande
36
.
Decía que las hembras de los animales eran menos musculosas, tenían el pelo más fino, las
articulaciones menos pronunciadas, la voz más aguda. Todos estos supuestos defectos que
Aristóteles atribuía a las hembras de las especies animales los imputaba a las mujeres. Platón, por
su parte, odiaba que las mujeres enseñasen a los niños, y lo justificaba en el hecho de que ellas no
tenían acceso a educación. Pero tampoco creía que debían tenerla, lo que recomendaba era alejar
a los niños de las mujeres, que no a las niñas. Era muy conocida la misoginia de Platón, tanto es
así que entre los beneficios que “agradecía a los dioses, el primero era que le hubiesen creado
libre y no esclavo, y el segundo, hombre y no mujer”
37
.
35
Ibíd.
36
Rosa María Olvera Gómez, “¿Eran misóginos los griegos?”, Estudios Políticos, n. º 17, enero abril de 1998, p. 82.
37
De Beauvoir, El segundo sexo, p. 14.
Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO ECUATORIANO
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203
Pero no hay que remontarse tan atrás en la historia de la filosofía, que casi empieza con esos tres
nombres griegos para leer a filósofos misóginos, el alemán del siglo XIX, Arthur Schopenhauer,
es conocido por su misantropía y su misoginia. Pero si su odio por el género humano lo convirtió
en un ermitaño que en los últimos años de su vida apenas salía de su morada, su odio por las
mujeres lo llevó a escribir libros para decir que eran inferiores en todos los sentidos. Más o
menos como Aristóteles. A él se debe la famosa frase: Mujeres, seres de pelo largo e ideas cortas.
Hay quienes explican la misoginia de Schopenhauer en el hecho de que ni su madre lo quería ni
tuvo éxito con las mujeres, pero más allá de eso, es uno de los más leídos filósofos aún en la
actualidad. Otro filósofo que ha hecho flacos favores a las mujeres es Rousseau, que en Emilio o
de la educación destinaba a Sofía al aprendizaje de tareas domésticas con la excusa de que la
naturaleza ha instituido diferencias en los sexos y estas deben respetarse.
Por su parte, las mujeres no dejan de clamar que las educamos para la vanidad y la coquetería,
que las divertimos continuamente con niñerías para ser los amos con más facilidad, y se duelen
de los defectos que les reprochamos. ¡Qué locura! ¿Desde cuándo los hombres se meten en la
educación de las niñas? ¿Quién pone obstáculos a las madres para que las eduquen a su antojo?
No tienen escuelas públicas, ¡qué desdicha! Si los muchachos no las tuviesen, se educarían con
más juicio y mayor honestidad. ¿Necesitan vuestras hijas perder el tiempo en boberías? ¿Les
hacen que contra su voluntad pasen, a ejemplo vuestro, la mitad de su vida en el tocador? ¿Evitan
que las instruyáis y las hagáis instruir como os plazca?
38
. Desaconsejaba Rousseau educar a las
mujeres porque, decía, entonces los hombres ya no sería los amos. En eso este filósofo machista
tenía toda la razón, solo hay que mirar la lucha actual para saber que las cosas están cambiando
porque las mujeres se educan.
Hacía una diferenciación entre cómo debía educarse a la niña y cómo al niño. A ellos para ser los
amos y a las mujeres para ser sumisas y complacientes, para no desentonar en la casa y en las
reuniones sociales. Larga es la lista de los filósofos que han sido abiertamente misóginos y han
escrito en esa dirección desde la época de los grandes filósofos griegos; de hecho, se dice que a
Aristóteles, que tiene más aciertos que errores como pensador, se lo rescató durante el Medioevo
precisamente por su misoginia. Así, la filosofía ha sido una de las útiles herramientas de
cimentación del patriarcado. De todos estos componentes ha hecho uso el patriarcado para
formarse y consolidarse. Al principio solo fue la violencia. Hay estudiosas que aseguran que las
guerras entre tribus fueron los primeros movimientos estratégicos en la creación del patriarcado.
Ello devino en hombres fuertes y violentos, que se acostumbraron a violar mujeres y a imperar
sobre ellas. En todas las guerras uno de los estímulos de los hombres es la libertad para violar
mujeres y niños. En la actualidad sigue ocurriendo, en África, por ejemplo, donde las milicias
violan tan salvajemente que hay organizaciones caritativas ofreciendo cirugías reconstructivas.
Las canciones y la literatura fueron vehículos de transporte de odio a las mujeres desde los
tiempos anteriores al propio Homero. La religión monoteísta es un añadido importante, el más
importante en esta tarea de los hombres de mantener sus privilegios. También es la herramienta
que ayuda a las clases altas a mantener los suyos, pero ese es otro tema.
La propiedad de las mujeres
En los tiempos que corren uno de los problemas más acuciantes de la mayoría de los países es la
violencia contra la mujer, que recrudece en todas partes. Solo hay que abrir un periódico (o
visitar su versión en línea) para leer noticias nacionales e internacionales del tipo: Tres detenidos
38
Jean-Jacques Rousseau, Emilio, o de la educación, México, D.F. Porrúa, 2005, p. 253.
Natividad Alcívar López, Salomón Alejandro Montecé Giler
204
Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. 6, Año 2020, Edición Especial (Julio)
por una presunta violación grupal, Violación en manada (El País), Los mossos investigan la
violación de una turista en Barcelona (El Mundo), Joven fue amarrada a un árbol y abusada
sexualmente en Florida (El Tiempo), Abogados de Cristiano admiten pago en caso de presunta
violación (El Tiempo), Denuncian una ola de violaciones a niñas y mujeres en Sudán del Sur
(Noticias ONU), Violaciones en CDMX: los 2 casos de adolescentes supuestamente agredidas
sexualmente por policías que indignan a la capital de México (BBC News), Mujer de 85 años,
violada en su propia casa por tres individuos en Portoviejo (El Universo). Todo esto solo como
una muestra de lo que pasa, son contra con los casos de asesinato, que son menos, pero que
siguen siendo muchos. En mi opinión, de hecho, están aumentando a ritmo acelerado. Y seguirán
esa tendencia en todas partes. A menos que se encuentre la manera de reeducar a la gente.
Hay en este momento una especie de resistencia masculina fuerte, es como una reacción a los
logros en igualdad, los que son mínimos en esta parte del mundo, pues la legislación ecuatoriana,
por ejemplo, no ha elaborado normativa en contra de la prostitución. En el país esta son legales la
prostitución y el proxenetismo, instalar un local burdel solo precisa de unos trámites en la
intendencia de la localidad, los que cuestan mucho dinero, claro. Pero el proxeneta que quiere
llevar su negocio (la explotación sexual de mujeres) a un nivel más formal, cuenta con los
recursos financieros y el tiempo para entenderse con la Administración pública. No le cuesta
pagar los sobornos de rigor ni los que se inventó hace poco un movimiento político que (durante
su largo tiempo de gobierno) encareció los trámites y los sobornos hasta alturas antes
inimaginables. La prostitución como actividad laboral, sostienen las feministas, somete a las
mujeres a la más perturbadora de las humillaciones, deshumaniza a las que por alguna
circunstancia han caído en ese submundo. El pago de sexo es uno de esos ejemplos actuales de
posesión de las mujeres que hacen los hombres. Las compran para hacer con ellas lo que quieran,
para pegarles, para torturarlas, para humillarlas. Las mujeres que se compran no valen nada en la
mentalidad del consumir putero.
En todos los países del mundo el patriarcado se manifiesta como machismo y misoginia, como
sueldos inferiores para las mujeres por el mismo o mayor trabajo. En algunos países, como todos
los del ámbito musulmán, las mujeres todavía son propiedad del nombrado como macho alfa de
la familia, aunque este no sea más que un mequetrefe. En países como la India la cultura dicta
que una mujer sin un hombre no vale nada, por eso las mujeres que enviudan, aunque lo hagan
jóvenes, pierden su lugar en la sociedad. Pero esto viene de antiguo. Vofchuk menciona que: “La
primera noticia que tuvo Occidente de la costumbre india de la satI, la brindó Aristóbulo 20 al
informar que en la India, la viuda se incinera junto al cadáver de su marido y que la que no lo
hace es muy mal vista”
39
. El origen de esta costumbre la ha rastreado la autora en los libros de
Diodoro
40
, que indagó en las causas de esos actos:
Diodoro fue el único de los antiguos, que identificó un caso de satI y además, trató de indagar en
las posibles causas de estos actos. Así, culpó a los ya mencionados matrimonios entre niños -
obviamente celebrados sin el consentimiento de los cónyuges- del envenamiento por parte de las
mujeres de los maridos no deseados. Por ello, ante el alarmante crecimiento de esta clase de
crímenes, se habría impuesto la costumbre de la satI como una forma de evitar que se siguieran
39
Rosalía Vofchuk, “Viudas en la India. De la Antigüedad a nuestros días”, Revista Científica Guillermo de
Ockham, vol. XIV, n. º 1, 2016, p. 2.
40
Historiador griego del siglo I de nuestra era.
Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO ECUATORIANO
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205
produciendo
41
. Un origen ciertamente espeluznante y con algún atisbo de lógica, puesto que en
esa época y lugar tenía el objetivo de frenar el cometimiento de un injusto que cometían mujeres
jóvenes casadas con viejos, de proteger el bien jurídico de la vida. Aunque, mirando más
profundamente, se podría llegar a empatizar con la mujer que decide envenenar al marido
maltratador y viejo, ya que la casaron sin su consentimiento. Pero, desde el punto de vista
jurídico, el enterramiento pretendía detener una costumbre ilícita por parte de las mujeres. Mucho
podría escribirse sobre las intenciones de los pueblos antiguos en relación a las costumbres de
enterrar a las mujeres con los difuntos maridos, sobre las condiciones de extrema crueldad que
desarrollaron para llevar a cabo un ritual tan cruel que se hizo ley consuetudinaria y que pervive
en muchos sitios.
La misma autora subraya que las condiciones de la mujer no han cambiado desde esos siglos
hasta la actualidad, y lo hace con los siguientes datos: Si bien no se puede negar la existencia de
legislación con el fin de proteger a la mujer, tampoco se puede negar el incumplimiento de las
mismas. Efectivamente podemos citar por ej. las siguientes leyes: 1829. Se declara la práctica de
la SatI como ilegal y punible. 1856. Se legaliza la posibilidad de volver a contraer matrimonio
por parte de las viudas. 1870. Queda abolido el infanticidio femenino. 1929. Queda establecida
como edad mínima para casar a una niña los catorce años.1937. Otorga a la mujer derecho a
heredar en caso de muerte de su marido. 1961. Se prohíbe dar o recibir bienes en concepto de
“dote”
42
.
Una de las características de estas culturas, no obstante, es que la legislación no permea las
costumbres, las viejas costumbres son sagradas. En África, por ejemplo, relatos periodísticos dan
cuenta de una tradición que consiste en que cuando la niña tiene su primera regla, la menarquia,
es llevada por su madre con un hombre que la viola. La crónica decía que ese hombre ha
contagiado el sida a un número incalculable de niñas en esa acción. La creencia que lleva a las
madres africanas a hacer eso es impensable en occidente, se supone que les quita los demonios,
en realidad, las llevan para que les hagan un favor. Un extraño caso de violación solicitada. Y es
que en todas partes existe una férrea defensa de las tradiciones. “El hecho de que las leyes no se
cumplan se relaciona seguramente con lo que podríamos llamar el conflicto entre los códigos
universales, uniformes y aplicables a todos los ciudadanos independientemente de su religión y
las leyes personales de comunidades, leyes delimitadas sobre la base de la religión”
43
.
Por ello es que ocurren casos como que las viudas en la India se autoinmolan en la misma pira en
la que arde el cadáver del marido; pero lo más relevante de estos acontecimientos es que las
investigaciones policiales no son capaces de determinar si estas mujeres efectivamente se
suicidaron porque pensaban que no podían o querían vivir más o si llevaron a cabo ese último
acto forzadas psicológicamente por la familia política, siempre vigilantes de lo que hacen las
mujeres. Allí la propiedad de los hombres sobre las mujeres se extiende a los parientes varones
del marido fallecido. Al morir el marido, si la mujer tiene bienes, está obligada a casarse con el
hermano del marido. Es decir, una mujer por esos lares no es libre nunca, jamás se hace dueña de
su destino, lo prohíbe la tradición. Pero en la mayoría de los casos las viudas son expulsadas por
los hijos y la familia política de su casa y de sus propiedades, dejándolas en la más absoluta
miseria. Una localidad al norte de la India, Vrindavan, se ha hecho mundialmente famosa por las
41
Vofchuk, Viudas en la India. De la Antigüedad a nuestros días”, p. 2.
42
Ibíd., pp.11-12.
43
Ibíd.
Natividad Alcívar López, Salomón Alejandro Montecé Giler
206
Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. 6, Año 2020, Edición Especial (Julio)
decenas de miles de viudas que deambulan por sus calles pidiendo limosna. Viven en la calle o en
habitáculos inhumanos: Estas viudas proceden de diversos orígenes económico-sociales, la
mayoría de los estados de Andhra Pradesh y Bengala Occidental. A pesar –como ya dijimos- de
la existencia de legislación que las protege, se les prohíbe contraer un nuevo matrimonio y, como
en muchos casos, los padres casan a sus hijas aun siendo niñas, con hombres muy mayores, es
muy común que estos mueran antes, con la resultante de viudas muy jóvenes, cuyo destino, en la
mayoría de los casos no es otro que la prostitución.
Se juntan en este corto párrafo varias tragedias sociales: el matrimonio obligado de niñas con
hombres mayores y -en no pocas ocasiones- viejos, la legalidad de la desposesión de las mujeres
en la India, la prostitución como el único recurso se subsistencia de tantas y tantas mujeres.
En Occidente, en cambio, y para acotar los espacios geográficos rápidamente, la propiedad de los
hombres sobre las mujeres ha dejado de ser legal. Ya no necesitan las mujeres el permiso de los
hombres para abrir una cuenta bancaria, ya pueden votar, estudiar, ser elegidas para cargo
público, divorciarse, etc., pero las tradiciones siguen mandando que se casen, que sean madres
(obligatoriamente). La propiedad legal ha dejado de existir, pero los constructos que hicieron
posible la posesión de las mujeres por parte de los hombres no, por tanto, las actitudes han
cambiado poco. Las mujeres siguen sintiendo esa presión para tener un hombre en su vida, y una
vez que lo tienen, para dejar que él tome las decisiones importantes. Las mujeres siguen
sintiéndose propiedad del hombre con el que están en una relación sentimental, y los hombres
siguen sintiéndose dueños de esas mujeres. Algunos incluso cuando la relación ha terminado.
Violencia de género: definiciones y contextualizaciones
La noción de género es un aporte de las feministas, que buscando teorizar los constructos sociales
que expliquen las diferencias entre hombres y mujeres hallaron este concepto: La crítica
feminista amplió el repertorio de la interrogante antropológica, al registrar las formas en que el
cuerpo es percibido por un entorno perceptivo estructurado por el género. El género se
conceptualizó como el conjunto de ideas, representaciones, prácticas y prescripciones sociales
que una cultura desarrolla desde la diferencia anatómica entre mujeres y hombres, para
simbolizar y construir socialmente lo que es “propio” de los hombres (lo masculino) y “propio”
de las mujeres (lo femenino)
44
.
La investigación antropológica respeto al tema, pese a que ha experimentado algún cambio de
orientación en las últimas décadas, mantiene la cultura como la explicación de los constructos
sociales, lo que no va en contra de lo que otras autoras han sostenido en citad de páginas
anteriores. El término cultura, sostiene Lamas, ha rebasado las fronteras antropológicas y se ha
tornado en la palabra más usada por las ciencias sociales en la explicación de la propia condición
humana. Ello se debe a que se ha llegado a entender que existe en la cultura una característica
simbólica, que urde en la interacción social un conocimiento que no se mociona, se
sobreentiende, pero que transmite significados que se toman por verdades absolutas. Y en este
urdir y tejer constructos, el género es el elemento esencial en la construcción de la cultura
patriarcal. Género es un término derivado del inglés (gender), que entre las personas
hispanoparlantes crea confusiones. En castellano género es un concepto taxonómico útil para
clasificar a qué especie, tipo o clase pertenece alguien o algo; como conjunto de personas con un
44
Marta Lamas, “Diferencias de sexo, género y diferencia sexual”, Cuicuilco, vol. 7, n.º 18, enero-abril de 2000, p.
2.
Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
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sexo común se habla de las mujeres y los hombres como género femenino y género masculino.
También se usa para referirse al modo a la manera de hacer algo, de ejecutar una acción;
igualmente se aplica en el comercio; para referirse a cualquier mercancía y, en especial, de
cualquier clase de tela (Moliner)
45
.
En español, a diferencia del inglés, las palabras pueden tener múltiples usos y contenidos
semánticos, por ello es que en la significación anglosajona gender se usa únicamente para
diferenciar a los sexos. En este idioma solo poseen sexo los seres vivos, los objetos no. En
español los nombres pueden ser masculinos o femeninos, porque en este idioma el género es una
cuestión gramatical.
Sobre el concepto de género Butler manifiesta que: Si el género es los significados culturales que
acepta el cuerpo sexuado, entonces no puede afirmarse que un género únicamente sea producto
de un sexo. Llevada hasta su límite lógico, la distinción sexo/género muestra una discontinuidad
radical entre cuerpos sexuados y géneros culturalmente construidos. Si por el momento
presuponemos la estabilidad del sexo binario, no está claro que la construcción de «hombres»
dará como resultado únicamente cuerpos masculinos o que las «mujeres» interpreten solo cuerpos
femeninos. Además, aunque los sexos parezcan ser claramente binarios en su morfología y
constitución (lo que tendrá que ponerse en duda), no hay ningún motivo para creer que también
los géneros seguirán siendo solo dos
46
.
La hipótesis que el sistema binario de géneros creada por el patriarcado sostiene también -de
manera implícita- la idea de una relación mimética entre género y sexo, es decir, que da por
sentado que el género refleja al sexo. Lo cierto es que cuando el género se teoriza como algo
independiente del sexo, la noción de género se torna artificial y ambivalente, que da como
resultado que hombre y masculino pueden referirse tanto a un cuerpo de mujer como a uno de
hombre, y -en consecuencia- mujer y femenino pueden aludir tanto a un cuerpo de hombre como
a uno de mujer.
A decir de Butler, la separación del sujeto mediante el género plantea problemas, puesto que no
se puede hacer referencia a un sexo o a un género como dados sin aclarar cómo se dan y a través
de qué medios. Al fin y al cabo, se interroga la autora, qué es el sexo. ¿Acaso es natural,
cromosómico, anatómico y hormonal, y puede la crítica feminista valorar los discursos de los
científicos cuando intentan establecer esos hechos? ¿Hay una historia sobre la determinación
binaria del sexo? ¿Existe una genealogía que determine que las opciones binarias son una
construcción variable? “¿Acaso los hechos aparentemente naturales del sexo tienen lugar
discursivamente mediante diferentes discursos científicos supeditados a otros intereses políticos y
sociales?”
47
. Porque si se puede refutar, como se está haciendo, el carácter invariable del sexo, es
porque la construcción de sexo es tan cultural como la de género, de hecho, asume la autora,
siempre fue género, pero la distinción entre sexo y género no se había hecho hasta ahora, hasta
que las feministas se han puesto a ello.
El género es, de hecho, una categoría analítica, la que surge en las filas del feminismo militante
anglosajón en las décadas de los setenta y ochenta del siglo inmediatamente pasado, en especial
desde las ciencias sociales, el mismo que llama la atención sobre la necesidad de revisar los
enfoques del análisis en tanto perspectivas marcadas por una visión parcial -masculina-, que
45
Ibíd.
46
Judith Butler, EI género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, Barcelona, Paidós, 2007, p. 54.
47
Ibíd., p. 55.
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. 6, Año 2020, Edición Especial (Julio)
oculta las notables diferencias entre hombres y mujeres. Ramón Escandón sostiene que: El
género, entendido como la construcción social de la diferencia sexual señala justamente la
necesidad de enfocar las diferencias entre los géneros corno una elaboración histórica que
adscribe roles determinados a hombres y mujeres en base a sus diferencias biológicas. En esta
perspectiva una de las aportaciones más importantes de la teoría del género es el señalamiento de
la historicidad de las diferencias sexuales
48
. La historicidad de las diferencias sexuales es
importante en tanto que permite ver la larga construcción que ha hecho el patriarcado para
encasillar a las mujeres en lo doméstico, en lo débil y en lo burdo.
De ahí que las feministas anglosajonas, muy adelantadas respecto a las de América Latina,
construyan un concepto que cuestiona esas construcciones sociales que perjudican a las mujeres.
Por lo dicho, la autora define, apriorísticamente, al género como “la construcción histórico-social
de la diferencia sexual”
49
. Esta es la que certeza que llevó a la célebre Simone de Beauvoir a
decir que “No se nace mujer: se llega a serlo”
50
. Así fue como el género femenino se convirtió en
un montón de limitaciones, desde las que le impedían usar pantalones porque no era femenino, o
trabajar fuera de casa, o pensar siquiera. Hay una anécdota que dice que el gran pensador alemán
del siglo XVIII, Immanuel Kant, sostenía que una mujer que intentaba pensar se afeaba. Eso, sin
contar con lo que lo que ha ayudado la literatura y la filosofía a asentar este constructo negativo
sobre las mujeres, tal como se citó
Una vez que se ha definido género, es preciso indagar sobre la violencia de género. La violencia
basada en el género, sostiene Adrián, “es una categoría mucho más amplia que la violencia contra
la mujer, tanto en lo que se refiere a su naturaleza como a sus características”
51
. Y es que el
género -que se ha dejado claro ya en páginas anteriores que es una construcción social, el mismo
que interpreta en clave cultural las manifestaciones estereotipadas asociadas al sexo, se convierte
en una prisión para todos los individuos (igual hombres que mujeres), en la que todos son de
manera simultánea guardianes y prisioneros. “En una especie de síndrome de Estocolmo
colectivo, los prisioneros se identifican con los guardianes a los fines de ejercer el poder de
control sobre cualquier comportamiento disidente de dicha estructura”
52
.
La categoría género, en la praxis, es la base de la perpetuación del sistema patriarcal, se convierte
en una superestructura de dominación que crea e impone constructos sociales a través del
establecimiento de patrones de conducta separados y específicos para hombres y para mujeres, de
acuerdo a la edad, fuerza física, orientación sexual, identidad de género, etc. Estas estructuras tan
férreamente instaladas en la psique de la población, desborda las relaciones entre las personas de
ambos sexos.
El género, afirma la autora, es una de las varias estructuras de dominación, estas incluyen
también a la raza, la clase social, las creencias religiosas, las capacidades físicas, y, es preciso
mencionarlo, la apariencia física. Se construye así una trama de interseccionalidades que se
mezclan para modificar los elementos abstractos componentes de la teoría de estudio de las
estructuras de género como formas de dominación. Estos constructos, sostiene Adrián, se
48
Carmen Ramón Escandón, “El concepto de género y su utilidad para el análisis histórico”, La Aljaba, vol. II, 1997,
13.
49
Ibíd.
50
De Beauvoir, El segundo sexo, p. 189.
51
Tamara Adrián, “Visibilizando las formas invisibles de violencia de género”, Úrsula Straka (coordinadora),
Violencia de género, Caracas: Universidad Católica Andrés Bello / Amnistía Internacional, 2015), p. 17.
52
Ibíd.
Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
VIOLENCIA DE GÉNERO Y SU TIPIFICACIÓN EN EL SISTEMA JURÍDICO ECUATORIANO
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imponen “como forma de conducta normativa, a través de la interiorización y naturalización de
las diferencias socialmente construidas”
53
. Estos constructos el patriarcado los ha legitimado
incluyéndolos en las leyes, en los libros de medicina y en la literatura, esta última -junto a las
canciones-vehículo de gran eficiencia en la implantación de ideas en el público. Las estructuras
de género, es decir, la creación regulada e impuesta mediante diversos ordenamientos, adquiere el
nombre de género normativo, o heterosexismo de género.
Y se manifiesta por la imposición, a través de dichos constructos, de formas de conducta y
expresión exclusivas y excluyentes para cada uno de los sexos, cuyo fin último es el de mantener
el control social de la mujer por parte del hombre. Incluyendo en este constructo la normatividad
sobre los deseos sexuales y los comportamientos. La violencia contra la mujer constituye así la
forma más conocida de violencia basada en estructuras de género
54
. Violencia que no es el único
tipo que se ha ejercido contra las mujeres a través de la historia, y se está de acuerdo con la autora
cuando afirma que es la que, eventualmente, ha recibido mayor atención, debido -
fundamentalmente- al discurso de reivindicación del feminismo militante, que exigen derecho
efectivo a la igualdad legal, social y cultural de la mujer en todas partes. El patriarcado es el
origen de la violencia contra las mujeres.
La violencia de género está reconocida por organismos internacionales como la Organización de
las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, entre otras, como un problema de
derechos humanos: “La violencia física o sexual es un problema de salud pública que afecta a
más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial, según un nuevo informe publicado por la
Organización Mundial de la Salud (OMS) en colaboración con la Escuela de Higiene y Medicina
Tropical de Londres y el Consejo de Investigación Médica de Sudáfrica”
55
. Un tercio de las
mujeres en todo el mundo es la sexta parte de la humanidad, ya que las mujeres somos la mitad
de la población mundial. Por tanto, es una tragedia social al mismo nivel que el hambre, que en el
2018 registró “821 millones de personas padecen hambre y más de 150 millones de niños sufren
retraso del crecimiento”
56
. Incluso la violencia afecta a más personas que el hambre.
Y una reflexión adicional, cuando una mujer con hijos es maltratada por su marido, esto se
extiende -generalmente- a los hijos. Un marido maltratador suele ser un padre maltratador porque
es un individuo violento y cobarde. Cobarde porque se ceba con indefensos. Nos encontramos
ante un problema de salud pública que tiene un impacto no solo a nivel físico, sino también en el
ámbito laboral, económico, social y familiar. La violencia tiene secuelas adversas sobre la salud
de la mujer –incluida su salud sexual y reproductiva, sobre su bienestar emocional y su dignidad,
así como, además, constituye una amenaza directa para el bienestar de sus hijos
57
. Durante el
último tiempo se puede hablar de grandes avances respecto a la consideración de la violencia en
contra de las mujeres, esta ha adquirido interés y relevancia en la agenda pública, investigadores
académicos y de algunos grupos políticos, que por fin han empezado a legislar en contra de esta
53
Ibíd., p. 18.
54
Ibíd.
55
Organización Mundial de la Salud, “Informe de la OMS destaca que la violencia contra la mujer es “un problema
de salud global de proporciones epidémicas”, OMS, 20 de junio de 2013,
https://www.who.int/mediacentre/news/releases/2013/violence_against_women_20130620/es/
56
Organización Mundial de la Salud, “El hambre en el mundo sigue aumentando, advierte un nuevo informe de la
ONU”, OMS, 11 de septiembre de 2019, https://www.who.int/es/news-room/detail/11-09-2018-global-hunger-
continues-to-rise---new-un-report-says.
57
Ana Safranoff, “Violencia psicológica hacia la mujer: ¿cuáles son los factores que aumentan el riesgo de que
exista esta forma de maltrato en la pareja?”, Salud Colectiva, vol. XIII, n. º 4, 2017, p. 613.
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lacra social. Safranoff sostiene que no existe una única forma de violencia, que esta adquiere
varias modalidades: sexual, económica, patrimonial y simbólica. Estas puntualizaciones están en
concordancia con lo que sostiene la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que define a la
violencia contra la mujer como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino
que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o sicológico para la
mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad,
tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”
58
. Es decir, identifica cuatro
tipos de violencia en contra de las mujeres por el hecho de serlo, violencia de género.
Pero para llegar a ese reconocimiento mucho tuvo que pasar, de hecho, la propia ONU reconoce
que es mérito del movimiento de derechos de las mujeres, que lucharon durante décadas (yo diría
siglos, dos para ser exacta), para convencer a la comunidad internacional de que la violencia que
se ejerce contra las mujeres atenta contra los derechos humanos, por tanto, es un problema
público y no de índole privado, como el patriarcado ha venido sosteniendo desee que estos
colectivos empezaron a reclamar. Es así que en 1992 el Comité de la Convención para la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW por sus siglas en
inglés), en su Recomendación general 19, “declaró que la violencia contra las mujeres es una
forma de discriminación, dirigida contra la mujer por su condición de mujer o que afecta a las
mujeres de manera desproporcionada.
Esta violencia inhibe gravemente la capacidad de la mujer para disfrutar de los derechos y las
libertades en plano de igualdad con los hombres”
59
. Para el año siguiente, diciembre de 1993, esta
declaración reconoce que la violencia que se ejerce en contra de la mujer (sea esta física,
psicológica, económica o simbólica) atenta contra sus derechos humanos y libertades
fundamentales. Se pidió en esa misma ocasión que los Estados hicieran los esfuerzos necesarios
para erradicar esa violencia.
En 1993, igualmente, en la Declaración y Programa de Acción de Viena, se reconoce que “la
erradicación de la violencia contra la mujer en la vida pública y privada es una obligación de
derechos humanos”
60
. Al año siguiente, 1994, la Comisión de Derechos Humanos condenó la
violencia de género, y en ese mismo año designó a un Relator Especial sobre la violencia contra
la mujer. La tarea de este funcionario era estudiar sus causas y consecuencias, para proponer
soluciones que ayudaran a paliar los daños que ocasiona. Y en 1995, la Conferencia Mundial de
las Naciones Unidas sobre la Mujer, que se llevó a cabo en la ciudad de Beijing, “ratificó las
conclusiones de la Conferencia de Viena y situó a la violencia contra las mujeres como uno de
sus ámbitos esenciales de preocupación”
61
. Todo esto significa que desde la década de los
noventa del siglo XX se reconoce que existe violencia contra las mujeres, que esta afecta a su
desempeño en el trabajo y en el resto de aspectos de su vida, que no se trata de una cuestión de
índole privada al conculcar sus derechos y libertades fundamentales.
Este reconocimiento de la organización más importante en el concierto internacional, la que
agrupa a casi todos los países del mundo, cuyas resoluciones, pactos, declaraciones y tratados son
tan importantes que incluso adquieren una cualidad de vinculante, como pasó con la Declaración
58
Organización de las Naciones Unidas, “Violencia contra las mujeres”, accedido 1 de septiembre de 2019,
https://www.ohchr.org/SP/Issues/Women/WRGS/Pages/VAW.aspx.
59
Ibíd.
60
Ibíd.
61
Ibíd.
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Universal de los Derechos Humanos, que actualmente influencia en las redacciones y reformas de
las constituciones de muchos países del mundo, entre ellos y especialmente de América Latina,
región donde la mayoría de sus normas supremas se han tornado garantistas. En Ecuador la
violencia en contra de las mujeres, violencia de género, representa un problema de altísima
gravedad, porque es una cuestión estructural, la idiosincrasia ecuatoriana admite la violencia en
contra de las mujeres y de las niñas como algo normal, por tanto, es común. En 2014, ante esta
evidencia, el gobierno de turno decide hacer una encuesta sobre relaciones familiares y violencia
de género.
Y pese a que cuando habla de relaciones y violencia de género, ya está vinculando este tipo de
violencia con el espacio privado, lo que en mi opinión es un error de bulto si se quiere estudiar y
afrontar el tema con seriedad, vale la pena citar y analizar sus conclusiones: Los resultados
reseñados no solo dan cuenta de la magnitud y gravedad de la violencia contra las mujeres, sino
que demandan una acción colectiva y mancomunada para enfrentarla. Con esa finalidad se ponen
a consideración algunas recomendaciones. Es necesario fortalecer el Plan Nacional de
Erradicación de la Violencia de Género contra Niños, Adolescentes y Mujeres, dotándole de un
mayor presupuesto, mejorando los mecanismos de articulación interinstitucionales e
intersectoriales y con los gobiernos autónomos descentralizados; y, ejecutando acciones de corto,
mediano y largo plazo, pues erradicar este tipo de violencia exige un esfuerzo sostenido en el
tiempo
62
.
Pese a que en el país la normativa no llega a convertirse en parte de los contenidos que maneja la
población con la agilidad con la que debería, es indudable que en el país se están haciendo
esfuerzos para afrontar el tema, pero estos son a nivel macro, es decir, desde las más altas
autoridades. Sin embargo, esta encuesta y sus resultados constituyen un paso adelante en el
tratamiento de una clase de violencia que afecta a un porcentaje demasiado alto de mujeres y de
menores. Pero más allá de lo que dice esta encuesta, lo que se nota en el país es una fuerte
violencia simbólica en contra de las mujeres.
Una sencilla anécdota para ilustrarlo: el rector (o exrector) de una universidad de posgrados,
hombre político de trayectoria, en el restaurante de la institución, se refiere al aspecto físico de
una colaboradora de años en términos altamente peyorativos. La mujer lo escucha, pero este
hombre es como el dueño de esa institución, es muy probablemente que ella deba su colocación
laboral a ese individuo, por tanto, le ríe la gracia. Y se la ríen todos. Este hombre tiene más
defectos físicos que los que criticó en su empleada, pero a los hombres nadie les mira lo físico, no
se los cuestiona en el país de ninguna manera. Existe aquí una férrea dictadura machista y
misógina que ni siquiera todas las mujeres son capaces de ver. Aún se necesita mucho tiempo
para que las mujeres ecuatorianas -en general- adquieran conciencia de que tienen derecho a un
trato digno de parte de todos y exijan sus derechos.
CONCLUSIONES
El patriarcado es una larga construcción social que llevaron a cabo los hombres desde tiempos
que se datan más o menos desde el año tres mil antes de la era común, es decir, tendría
aproximadamente cinco mil años. El patriarcado es una ideología de género que propugna y
establece a lo largo de estos milenios la supremacía de los hombres sobre las mujeres. Para la
62
Consejo Nacional para la Igualdad de Género, La violencia de género contra las mujeres en el ecuador: Análisis
de los resultados de la Encuesta Nacional sobre Relaciones Familiares y Violencia de Género contra las Mujeres,
Quito, Consejo Nacional para la Igualdad de Género, 2014, p. 105.
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implantación de esos constructos sociales han hecho uso de la violencia, la literatura, la medicina,
y varias otras ciencias. Pero la herramienta más importante en la permanencia y eternización del
patriarcado es la religión, ese cambio del politeísmo que tenía dioses y diosas a un monoteísmo
que tiene un solo dios, hombre y mayor, que odia tanto a las mujeres que en cada mensaje las
denigra a una posición secundaria cuando no las maldice directamente. La Iglesia católica es la
institución más misógina del mundo occidental y la que más hace para perpetuar la desigualdad
de género, lo que se puede notar en su posición sobre los temas que afectan a las mujeres. Esta
construcción de la inferioridad de la mujer en todos los órdenes permitió a los hombres
concebirse como dueños, propietarios de las mujeres, por tanto, estas no son más que objetos.
La violencia contra las mujeres se explica, aunque no se justifica, en esos constructos sociales del
patriarcado, que se instalaron en las leyes, al convertir a las mujeres en sus propiedades. El
estatus de las mujeres como sujetos de derecho es un logro de las organizaciones feministas
militantes que llevan décadas (incluso empezaron desde hace dos siglos), pero estos avanzan muy
lentamente. Y el derecho de las mujeres a que no las golpeen y asesinen los hombres ha tardado
tanto en ser asumido por las sociedades que se reconoce apenas en la década de los noventa del
siglo inmediatamente pasado. El Ecuador, un país donde el machismo y la misoginia no reciben
una condena social, hizo en 2014 una evaluación de la situación mediante una encuesta, la que,
más allá de sus conclusiones, constituye un gran paso adelante en la decisión política de abordar
esta lacra social desde las instituciones públicas.
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