Mikarimin. Revista Científica Multidisciplinaria ISSN 2528-7842
Las monedas sociales en América Latina: análisis de experiencias y enseñanzas para el Ecuador
© Centro de Investigación y Desarrollo. Universidad Regional Autónoma de Los Andes - Extensión Santo Domingo. Ecuador.
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Las monedas sociales en América Latina: análisis de experiencias y enseñanzas para el
Ecuador
AUTORES: Carlos Andrés Oñate Paredes
1
José Carlos Aucancela López
2
DIRECCIÓN PARA CORRESPONDENCIA: carlos.onate@uasb.edu.ec
Fecha de recepción: 2021-11-04
Fecha de aceptación: 2022-04-19
RESUMEN
Al interior de las comunidades marginadas del sistema financiero, han surgido las monedas
sociales como una herramienta de apoyo a la liquidez y circulación de riqueza en economías con
mayores niveles de vulnerabilidad. En varios países del mundo, y especialmente en
Latinoamérica, la circulación de estas monedas ha sido fundamental para aliviar los efectos de
crisis económicas. De hecho, estas iniciativas se constituyen como sinónimos de asociatividad y
solidaridad, considerando su función principal como medio de pago. La presente investigación
tiene como objetivo identificar aquellos factores predominantes que caracterizan a las monedas
sociales, tomando como base las experiencias latinoamericanas, y, a partir de este análisis,
determinar su potencialidad de implementación en el Ecuador. Entre los principales hallazgos se
sugiere la importancia de trabajar con los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) y las
organizaciones de la Economía Popular y Solidaria (EPS) en la implementación y desarrollo de
estas iniciativas monetarias, además del uso de mecanismos electrónicos de pago.
PALABRAS CLAVE: Moneda social; Economía Popular y Solidaria; Gobiernos Autónomos
Descentralizados; América Latina; Ecuador.
Social currencies in Latin America: analysis of experiences and learnings for Ecuador
ABSTRACT
Within communities marginalized from the financial system, social currencies have emerged as a
tool to support liquidity and circulation of wealth in economies with higher levels of
vulnerability. In several countries around the world, and especially in Latin America, the
circulation of these currencies has been essential to alleviate the effects of economic crises. In
fact, these monetary initiatives are synonymous with associativity and solidarity, considering
their main function as medium of exchange. The objective of this research is to identify those
predominant factors that characterize social currencies, based on Latin American experiences,
and, considering this analysis, determine their potential for implementation in Ecuador. Among
the main findings, there are the importance of working with the Decentralized Autonomous
1
Economista por la PUCE, Master y Doctor en Economía Aplicada por la Universidad de São Paulo. Docente y
Coordinador Académico de la Maestría Profesional en Economía y Finanzas Populares y Solidarias, Universidad
Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. Pichincha, Ecuador. E-mail: carlos.onate@uasb.edu.ec. CÓDIGO ORCID:
http://orcid.org/0000-0002-2865-5645
2
Ingeniero Agropecuario por la ESPE, y Especialista en Proyectos de Desarrollo por la Universidad Andina Simón
Bolívar. Técnico en Cadenas Productivas en CONQUITO. Pichincha, Ecuador E-mail: jocaucancela@gmail.com.
CÓDIGO ORCID: http://orcid.org/0000-0002-7847-3057
Carlos Andrés Oñate-Paredes, José Carlos Aucancela López
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. VIII, Año 2022, No. 2 (mayo-agosto)
Governments (GAD) and the organizations of the Popular and Solidarity Economy (EPS) in the
implementation and development of these monetary initiatives, in addition to the use of electronic
payment mechanisms.
KEYWORDS: Social Currency; Popular and Solidarity Economy; Decentralized Autonomous
Governments; Latin America; Ecuador.
INTRODUCCIÓN
La moneda social se define como una alternativa a la moneda en curso (oficial) en cualquier país,
cuyo objetivo es fomentar la economía en una determinada localidad, incentivando el consumo
solidario (Cernev y Proença, 2016). Este no es un instrumento de reciente uso, pues según Blanc
y Lakócai (2020) existen indicios de su implementación desde inicios del siglo XX, en la época
de la Gran Depresión. Tampoco se puede catalogar a la moneda social como una herramienta de
uso específico de un país o inclusive de una región, pues de acuerdo con Seyfang y Longhurst
(2013), hasta el 2013 existían más de 3.000 proyectos de monedas comunitarias en varios países
de América, Europa, África, Asia y Oceanía (Australia y Nueva Zelanda).
En América Latina existen diversas iniciativas de moneda social y mecanismos similares (por
ejemplo, los sistemas de trueque), de los cuales destacan el Banco Palmas de Brasil, el Tlaloc en
México, UDIS en América Central; inclusive, algunos de estos sistemas utilizan formatos
electrónicos para su funcionamiento, como son la experiencia Mumbuca en Brasil y MonedaPAR
en Argentina (Pardo, 2020; Amoroso y Roldán, 2019; Cernev y Proença, 2016; Seyfang y
Longhurst, 2013).
En el Ecuador, si bien la recepción de los ciudadanos a la implementación de proyectos de
moneda social no ha sido tan amplia como en otros países latinoamericanos, no es menos cierto
que existieron varios sistemas monetarios paralelos que buscaron aliviar problemas económicos
de las comunidades beneficiadas. Entre dichas iniciativas de moneda social destacan el sistema
SINTRAL Ecosimia, que nació en la localidad de Rumihuaico al nororiente de Quito y se
extendió a otras localidades de las provincias de Pichincha, Imbabura y Manabí (Gandarilla,
2021, entrevista personal; Arias y Tehanga, 2019; Minadeo et al., 2014; López, 2007); también se
puede mencionar a la moneda compromisos del barrio Toctiuco de Quito (López, 2007; Schuldt,
1997), la experiencia UDIS implementada en la parroquia Sinincay Provincia del Azuay por la
Fundación Internacional STRO, la Fundación Pachamama de Ecuador y la Red Nacional de
Finanzas Populares y Solidarias (Amoroso y Roldán, 2019), y la moneda social y virtual
denominada jurupi, implementada en Cuenca (Hirota 2020a).
En este contexto, el objetivo del presente trabajo es sistematizar diversas experiencias de moneda
social en países de América Latina, con el fin de traer aprendizajes para posibles
implementaciones de estos mecanismos monetarios en el Ecuador.
Además de la introducción, se presentan 3 capítulos adicionales. En la sección 2 se resume, de
manera general y por países, las experiencias de moneda social en América Latina; en el capítulo
3 se ejemplifican algunos mecanismos de funcionamiento de moneda social en la región; y, en el
capítulo final se presentan las discusiones del estudio.
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DESARROLLO
Descripción general de los sistemas de moneda social en América Latina
Desde sus procesos de implementación, las monedas sociales en América Latina han transmitido
valores como solidaridad, confianza y reciprocidad, contribuyendo al desarrollo de lazos sociales
entre cada usuario con su entorno. La moneda social ha sido aceptada como parte de su identidad
comunitaria, como en el caso de las Palmas, cuya circulación fue al principio motivada bajo el
lema de “[…] comprar en tu barrio significa más empleos” (Rigo y Ventura, 2019, p.149). En
Argentina, la creación de los Soles como vales de intercambio entre prosumidores
3
también dio
paso a la organización comunitaria de la localidad Venado Tuerto, fortaleciendo las relaciones de
confianza ética y jerárquica (Orzi 2012, 143).
Como antecedente sobre el número de proyectos de moneda social, el estudio realizado por
Seyfang y Longhurs (2013, p.22) estimó que en el año 2013 existían alrededor de 243 proyectos a
nivel mundial, reconociendo que el 2,7% correspondieron a iniciativas latinoamericanas,
repartidas entre monedas locales (64,5%) y mercados de trueque (35,5%). En este último caso,
según RedLases (2011, p.9), a principios de los años noventa la iniciativa de los clubes de
trueque involucró a alrededor de 45.000 prosumidores en Buenos Aires. Esta experiencia
argentina fue replicada en algunos países de la región como Colombia, donde se han llegado a
implementar nueve grandes ferias de trueque en comunidades de Bogotá y Medellín desde inicios
del siglo XXI (Shephard, 2011, p.31). Mientras tanto, al utilizar esta moneda como crédito
mutuo, sobresale el caso de Brasil, donde existen 115 bancos comunitarios cuya función se basa
en el control y emisión de las monedas sociales como créditos, y de los cuales el 70,4% se
mantienen activos (Hirota 2020b,).
Las redes de trueque se han convertido en sistemas de intercambio locales con el uso de monedas
sociales, mismas que llegan a ser complementarias a las monedas nacionales, y esto a su vez
responde a la “descomposición de la sociedad salarial en América Latina y que luego se extiende
a la economía popular y solidaria […]” (Hillenkamp, 2014, p. 67). Con el paso del tiempo han
ido avanzando los modelos de trueque, a tal punto de conformarse una Red Global de Trueque en
varios países latinoamericanos como en Perú, Argentina, El Salvador, Chile, Colombia, Uruguay
y Brasil (Cortés, 2008, p.20). Existen también los bancos de tiempo en Chile, Colombia, México
y Argentina, cuyo intercambio está basado entre tiempo y servicios.
De igual manera, al reconocer que uno de los objetivos que persiguen las monedas sociales es la
cuantificación de los recursos económicos locales, ha surgido el Barter comercial, lo cual refiere
a aquellos sistemas dedicados exclusivamente a las transacciones comerciales entre las PYMES
locales como el Punto Transacciones salvadoreño o el Bancassoll en México, considerando que
en este último país existen todas las tipologías de moneda social (Hirota, 2021a, párr. 9). No
obstante, algunos proyectos han ido perdiendo vigencia por sus diferentes niveles de organización
y contextos socioeconómicos, tal es el caso de Venezuela, Puerto Rico y Bolivia (párr. 11). En
otros casos, se han adaptado a las tecnologías digitales, como los Mumbucas brasileños o la
moneda Par argentina, conservando el modelo de los clubes de trueque. Por tal motivo, a lo largo
de este capítulo se analizarán los diferentes sistemas de moneda social implementados en
3
El término prosumidor refiere a los socios del sistema de intercambio de moneda social que asumen roles de
consumidores y productores de manera simultánea.
Carlos Andrés Oñate-Paredes, José Carlos Aucancela López
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América Latina, considerando sus fortalezas y debilidades, como también sus desafíos y
oportunidades para impulsar la economía popular y solidaria de la región.
Centro y Norteamérica
La Fundación holandesa Strohalm ha impulsado los sistemas de moneda social en algunos países
centroamericanos: Honduras, Salvador y Costa Rica. En este último, se han organizado a manera
de cooperativas, donde utilizaron las Udis (unidades de intercambio solidario) como vales de
intercambio por los miembros, mismos que han recibido ofertas de retribuciones al aumentar su
número de compras (Shephard, 2011). En este país, las experiencias con Udis datan del año 2007,
siendo utilizadas en algunas organizaciones comerciales: CoopeVictoria, CoopeSilencio y
CoopeBrisas, donde justamente estos vales sirven como pago de salarios y compras en los
supermercados o tiendas locales (García, 2013, p.4). En el caso de CoopeVictoria, se han
realizado pagos a los proveedores de la localidad hasta con 177.000 Udis, tomando en
consideración que una Udi equivale a un Colón costarricense (pp.4-5).
La Cooperativa agroindustrial CoopeVictoria se encuentra enfocada principalmente en la
producción e industrialización de café. Desde la implementación del sistema de moneda social,
los participantes recibieron una retribución del 2% en Udis con las compras mensuales a crédito o
contado realizadas en el almacén de suministros de la localidad, y bajo la asignación de 1.000
Udis por cada 50.000 Colones acumulados en todo un mes (Salas, 2019). De esta manera, los
líderes de esta cooperativa impulsaron otras actividades y productos que sean de interés a la
comunidad, y donde intervengan las Udis con el respaldo de la Fundación Strohalm (p.149).
Sin embargo, tras el estudio realizado por Salas (2019, p.157), se pone en evidencia un cierto
grado de inconformidad por parte de los miembros de dicha Cooperativa. Los resultados de esta
investigación indican que, los comerciantes son quienes más se sienten disconformes tras
calificar al proyecto como regular mediante encuestas, porque sus clientes han perdido el interés
en utilizar las Udis en la compra de productos. En definitiva, CoopVictoria si bien ha impulsado
cambios importantes en su comunidad, al mismo tiempo le ha faltado mayor comunicación de su
proyecto de Udis con el resto de los habitantes del cantón Grecia; además, se han presentado
discrepancias con el Banco Central de Costa Rica (p.159).
Por otra parte, el primer país en Centroamérica en utilizar las Udis fue Honduras, iniciando su
implementación desde el año 2003, fijándose desde entonces los estándares para su emisión por
la misma fundación holandesa. De manera similar con los casos analizados, las Udis se
encuentran respaldadas por las leyes de fomento cooperativo y de pymes. La primera experiencia
en este país proviene de la Red Comal, la cual facilitó a que los afiliados realicen sus compras y
pagos de salarios, como también acceso a préstamos (E. García, 2013). Posteriormente,
aparecieron vales de intercambio con la denominación de Peces en Gota Verde, para el consumo
y producción de biocombustibles desde el año 2009 (p.4).
En el Salvador, desde 2006 se han ejecutado tres proyectos de unidades de intercambio solidario,
una de ellas corresponde a la Red Xuchit Tutut conformada por la Cooperativa ACORG, donde
cada Udi tiene una equivalencia de un dólar con denominaciones de 1, 2, 5 y 10 Udis (RIMISP,
2012). Dicha red socioeconómica está conformada por actores comunes, quienes se han
beneficiado en la reducción en la tasa de interés en créditos dirigidos especialmente para los
agricultores (RIMISP, 2012, párr. 5). De igual forma, los empleadores pueden contratar a sus
trabajadores mediante las Udis, que también son útiles para la compra de bienes o servicios en las
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entidades afiliadas (E. García, 2013). Esta iniciativa impulsó acuerdos con otras organizaciones
para vincular a sus productores en capacitaciones, ferias de turismo y también en el Agromercado
junto con el municipio (RIMISP, 2012).
El segundo caso salvadoreño corresponde al desarrollado por el Centro Bartolomé de las Casas,
donde se emiten los Soles como moneda social bajo la equivalencia de un Sol igual a un dólar.
También existe el caso del Punto Transacciones, conservando iguales características de las Udis,
pero con la diferencia de su modalidad virtual y mayor cobertura (E. García, 2013). El Punto
Transacciones se basa en una plataforma digital con igual tecnología implementada por la
fundación STRO, misma que aportó con su software para el funcionamiento del c3 uruguayo para
los intercambios entre empresas (pp. 5-6).
Por otro lado, en México se encuentra el Tlaloc como la moneda social pionera y que se ha
mantenido desde 1996 hasta la actualidad (Cortés, 2008, p.138). Este sistema funciona a manera
de un trueque para los intercambios mutuos entre prosumidores (Hirota, 2017, p.135). La
equivalencia de un Tlaloc correspondía a una hora de trabajo, y esto a su vez igual a 50 pesos
mexicanos hasta el 2007 (pp.135-6). Con la finalidad de incentivar su uso, cada participante
adquiría un saldo de 10 Tlalocs, bajo el compromiso de equilibrar sus compras y ventas dentro de
la localidad. Luego, el participante al comprar un bien o servicio firmaba al reverso del billete
para entregárselo al vendedor, consolidándose así el compromiso en reivindicarle con productos o
servicios equivalentes (pp.135-7).
También en México, la moneda Túmin, implementada en el estado de Veracruz, mantiene una
equivalencia con el peso mexicano de uno a uno, y de igual forma que el caso anterior, los
tumistas reciben una cantidad de 500 Túmins para iniciar las transacciones en su red comunitaria
(Hirota, 2017, p.171). El éxito y popularidad de este sistema le ha permitido su réplica en 800
municipios ubicados en 16 estados, donde ha primado la solidaridad enfocada en los
consumidores, considerando la venta de buenos productos a un precio adecuado (p.171). Por otro
lado, este tipo de monedas también han impulsado el desarrollo agropecuario comunitario, como
el caso de la moneda el Mezquite, emitida por el Centro de Desarrollo Agropecuario (CEDES) en
la localidad de Dolores Hidalgo, donde la equivalencia de cada unidad se realiza por una hora de
trabajo social (Santana, 2011, p.29).
Argentina y Uruguay
En Argentina, el origen de moneda social se registra desde el siglo XVII, cuando por iniciativa de
los jesuitas empezó a circular la moneda Peso Hueco, misma que mantenía una lógica de
reciprocidad para los intercambios internos, y por tanto era complementaria a la moneda oficial
emitida por la corona española. Esto, a su vez, fue importante para la organización de los
procesos económicos reales al establecerse la red coordinada monetaria en diferentes territorios
(Zumárraga, 2014). Esta primera iniciativa de trueque recíproco tuvo el impacto esperado al
conseguir intercambiar excedentes de un territorio con el resto de los pueblos, provincias y
localidades argentinas, presentando dos funciones bien definidas al servir como medio de
intercambio y también como unidad de cuenta (p.171).
Con el paso del tiempo, las siguientes iniciativas se desarrollaron bajo la misma lógica, y en
respuesta a las graves crisis económicas del mencionado país. En efecto, a partir de 1995 se
estableció el primer club de trueque en Argentina, específicamente en la localidad de Bernal en
Buenos Aires. Cada socio o participante realizaba sus intercambios mediante un ticket de trueque,
mismo que estaba valorado en 5 créditos, considerando que 1 crédito equivalía a 1 peso argentino
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(Fernández, 2009). El surgimiento de este vale de intercambio facilitó la gestión de las ferias, ya
que anteriormente cada participante usaba una tarjeta, y la información tanto de sus ventas como
de sus consumos eran registrados en una computadora a manera de créditos o débitos (Hirota,
2017). Consecuentemente, la popularidad de los clubes de trueque fue creciendo a tal punto que
el número de participantes aumentó de 2.300 en 1997 a 180.000 en 1999 (Fernández, 2009, p.12).
La expansión de los clubes de trueque facilitó a que los socios de diferentes clubes
intercambiaran sus productos, formando así a la Red Global de Trueque Solidario, misma que
aglutinó a la mayor parte de los nodos generados en las diferentes localidades. Según Primavera
(1999, p.13), se desarrolló la Declaración de Principios de la Red Global de Trueque, mismos que
enfatizaban los lineamientos bajo los cuales se regirían todos los participantes. Doce principios
fueron establecidos y centrados principalmente en temas de reciprocidad, obligaciones de los
socios como prosumidores, producción y consumo responsable, asociación y autonomía,
neutralidad en temas de religión e ideologías, y las bases principales para alcanzar el bienestar
social (Hirota, 2017). Entre 2002 y 2003 empezó el auge de los clubes de trueque, y que al mismo
tiempo respondía a la hiperinflación que sufría el país por aquellos años. En el año 2002 la red de
trueque llegó a unificar a varios nodos del país, y por tanto el número de socios o participantes
alcanzaron los siete millones (Fernández, 2009).
También es importante reconocer a los nodos como los lugares donde se realizaba el intercambio
de bienes y servicios, mismos que aún se mantienen vigentes, existiendo inclusive sistemas de
unión de nodos (Shephard, 2011, p.42). En algunos casos, se establecen intercambios de bienes
mediante créditos o moneda, y en otros casos de manera directa. Cabe resaltar que, el
rendimiento de la moneda social ha permitido satisfacer necesidades económicas a las personas
más vulnerables (desempleadas, tercera edad y aquellas que se encuentran en zonas
socioeconómicas deprimidas) mediante el intercambio de medicinas, artesanías, alimentos o
artículos usados (Shephard, 2011). Con la intención de comprender las fortalezas y debilidades en
el esquema de organización de los nodos de trueque, se analizan a continuación los casos de las
monedas sociales: el Sol y los Puntos.
En el caso del Sol, que en un principio llevaba el nombre de Banco de Horas Comunitario, el
participante podía pagar el 56% de su matrícula de educación en artes en Sol y el resto en moneda
oficial (Hirota, 2017, p.138). Bajo este sistema también se conseguía pagar tres Soles por una
hora de trabajo en administración, jardinería o en cualquier otra actividad relacionada con el
mantenimiento de la escuela (p.138).
La municipalidad de Venado Tuerto incentivó el uso de su moneda social los Puntos, mediante el
pago de una parte del impuesto municipal, volviéndola de esta manera como un medio de pago
(Plasencia y Borrello, 2010). Una característica principal de los Puntos es su mecanismo de
oxidación
4
, implementado para asegurar la equidad en los intercambios, y evitar su acumulación
por parte de los participantes (p.136).
En relación con lo anterior, Larrea (2015, p.79) concuerda que el apoyo de la municipalidad fue
importante para que esta iniciativa haya tenido su alcance. De hecho, esta moneda cubría el 30%
del pago al impuesto, y a su vez el municipio se comprometía en redistribuirlo hacia los grupos
4
El mecanismo de oxidación se basa en la aplicación de un impuesto a la tenencia de la moneda para evitar su
acumulación, lo cual promueve su circulación en los circuitos de intercambio. Este mecanismo fue propuesto por
Silvio Gesell durante el primer cuarto de siglo XX con la idea de “envejecer” al dinero.
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más vulnerables. Por otra parte, mediante el mecanismo descrito, esta moneda se oxidaba cada
cuatro meses, y existía una penalización del 5% en caso de que un socio o participante la siguiera
utilizando (pp.80-1). De tal forma, la circulación de esta moneda aumentaba cuando se acercaba
la fecha de su vencimiento. Al comparar estas dos últimas iniciativas es importante reconocer la
presencia de una organización comunitaria en la moneda Sol, mientras que en los Puntos se
resalta más bien una gestión comunitaria. En este último caso existen mayores niveles de
confianza ética y jerárquica, destacando su autonomía (Orzi, 2012).
Un factor adicional a la iniciativa del Venado Tuerto es el respaldo por parte del municipio y de
las proveedurías; sin embargo, persiste una tensión entre la participación y el liderazgo al interior
de la comunidad. Orzi (2012, p.153) considera que las tensiones entre las lógicas mercantil y
reciprocitaria se mantienen, lo cual limita al completo desarrollo comunitario.
En el año 2017 aparece una nueva iniciativa enfocada en los principios de solidaridad presentes
en los casos anteriores, y se trata de la moneda Par, fundamentada bajo la tecnología del
blockchain. La moneda Par nace como iniciativa propia de PYMES y cooperativas, mediante el
uso de la tecnología digital para el intercambio de servicios, tiempo, bienes e incluso crédito
mutuo donde todos son prosumidores (Pardo 2020, p.8). Esta moneda funciona bajo tres
sistemas: crédito mutuo, intercambio recíproco y billetera digital.
En Uruguay existe el c3 uruguayo, generado a partir del diseño y metodología de la Fundación
Strohalm, y por la gestión directa del gobierno del Uruguay mediante sus ministerios e
instituciones públicas especializadas en proyectos de desarrollo (Zumárraga, 2014). El c3
representa como significado el circuito de comercio y consumo, y que a su vez se basa en
establecer un modelo de crédito mutuo para las pequeñas y medianas empresas. Adicionalmente,
la fundación implementa un sistema integrado y centralizado para la gestión de las cuentas,
considerando el desarrollo de un software informático patentado por la misma organización
(p.117). De tal forma, esta moneda transmite seguridad bajo sus estándares de calidad, mismos
que se encuentran respaldados por el estado; y lo cual permite la coexistencia de la moneda social
y la moneda nacional (p.118).
Brasil
En Brasil, la Palma se presenta como un caso muy popular de moneda social y que incluso ha
sido la principal inspiración para otras comunidades latinoamericanas. Esta moneda social es
emitida por el Banco Palmas desde el año 1998 en el Conjunto Palmeira del Estado de Ceará
(Shephard, 2011). En aquel momento, la comunidad también encontró una oportunidad para
sustituir productos o servicios importados, y, de esta manera, mejorar sus condiciones
económicas. Para este fin, era necesario que, simultáneamente, exista una moneda local y un
banco comunitario, donde los microcréditos tengan una mayor facilidad de acceso (Hirota, 2017).
El sistema de microcréditos impulsado tenía como característica su baja tasa de interés y la
necesidad de referencias por parte de los mismos vecinos para la persona acreditada. De igual
forma, el Banco Palmas otorga estos microcréditos en palmas y en reales (moneda oficial),
considerando que los productores deben pagar en reales a sus proveedores externos de insumos o
materias primas (Hirota, 2017).
En el año 2003, el gobierno brasileño creó la Secretaría Nacional de Economía Solidaria
(SENAES), misma que contribuyó al desarrollo de varias empresas sociales en todo el país. La
inversión pública fue enfocada también a las cooperativas, fondos solidarios rotativos y a los
bancos comunitarios (p.122). En el año 2005 por parte del mismo gobierno se difunde la
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metodología de bancos comunitarios en todo el país, y desde entonces se crea la Red Brasileña de
Bancos Comunitarios (Resgala, 2017). El Banco Central de Brasil junto con otras instituciones
nacionales e incluso organismos internacionales contribuyeron a que estas iniciativas solidarias se
mantuvieran vigentes. Sin duda alguna el apoyo gubernamental promovió al desarrollo de
cincuenta bancos comunitarios a nivel nacional, y al mismo tiempo cada caso se encuentra
estudiado por el Ministerio del Trabajo y Empleo (Primavera, 2010).
Las monedas sociales que adaptaron la metodología de las Palmas son: Castanha de Maracanã,
Cocal, Guará, Girassol, Pirapire, Tupi y Sol (Diniz, Cernev, y Nascimento 2016, p.3). La
facilidad de adaptación del sistema en estas nuevas comunidades se debe a las alianzas entre los
bancos y los comerciantes, alcanzando así un efecto multiplicador y educativo; sin embargo, cada
caso obedece a diferentes factores del entorno y de la tecnología disponible para los sistemas de
pago modernos (Siqueira et al 2014, pp.322-3). Los participantes adquieren una mayor
motivación en consumir localmente, ya que por cada nicho de consumo existe un sistema de
circulación donde los comerciantes mantienen su clientela, asegurándose así el pago del
microcrédito (Magalhães, 2020).
Después de los 15 años de aquella primera emisión de las Palmas, apareció una nueva versión de
la misma, a manera de prototipo y bajo el sistema e-dinero. Cernev y Diniz (2020, pp.494-6)
coindicen en que esta nueva plataforma era vista como una oportunidad para ampliar el nivel de
gobernanza dentro de la comunidad. Al mismo tiempo, las primeras versiones incluían funciones
a utilizarse con el móvil para depósitos, cobros, recargas, transferencias y pagos, lo cual conllevó
a que el mismo Banco Central recomendara la suspensión de este proyecto, argumentando que
iba a resultar un obstáculo en la aparición de servicios de pago por móvil (p.498). Sin embargo, el
proyecto piloto surgió como una iniciativa inspirada en el caso de Kenia con su sistema digital m-
pesa, mismo que es utilizado por aquellos grupos marginados y alejados de los bancos,
realizando pagos y transferencias desde sus teléfonos móviles (Ky, Rugemintwari, y Sauviat,
2021). En el periodo 2015-19, esta tecnología fue implementada por cuarenta bancos
comunitarios, incluyendo en el municipio de Maricá (Estado de Río de Janeiro), donde circula la
primera moneda social digital brasileña cuyo nombre es Mumbuca.
En Maricá, tras un concurso público, la municipalidad firmó un convenio con el Instituto Palmas,
y de esta manera inició actividades el Banco Mumbuca (Cernev y Proença 2016, p.5). La idea
desde un principio fue crear una moneda social pero con la modalidad de una tarjeta de débito, y
al mismo tiempo fomentar políticas que incentiven el desarrollo local con transferencias
monetarias a personas con bajos ingresos, y microcréditos productivos para emprendedores
(Cernev y Proença, 2016).
A partir de la pandemia del 2020, varios países establecieron programas de renta básica, y, en el
caso de Brasil, las autoridades debieron tomar decisiones en base a la logística en la distribución
del dinero, y también a los criterios de elegibilidad para las comunidades más necesitadas (p.7).
Es por esto que, la moneda Mumbuca e-dinheiro tiene la ventaja de realizar esta actividad de una
manera rápida y segura. En efecto, a raíz de la pandemia, el Municipio de Maricá incluyó un
paquete de emergencia, mediante el cual se amplió la prestación social a R$3.000 por tres meses,
y en el caso específico de la localidad, los pagos fueron realizados en Mumbucas, considerando
que los beneficiarios tuvieron de manera inmediata dicho dinero (Cernev y Proença, 2016).
En la región suroeste de Campo Grande se encuentra una comunidad periférica cuyo nombre es el
Barrio Portal de Caiobá, dentro del municipio de Matinhos (aproximadamente 20.000 habitantes).
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En esta población, se lleva a cabo el proyecto Pet Manía, y es impulsado por el apoyo del
Instituto Evangélico de Desarrollo (IDE) (Oliveira et al., 2018). El sistema funciona a partir de la
recolección selectiva de materiales reciclables como botellas desechables. En el IDE las personas
reciben el intercambio de los materiales reciclados por Ideais, con las cuales adquieren productos
en las tiendas asociadas al barrio (p.474). Posteriormente, los miembros del IDE venden los
materiales reciclados para adquirir moneda nacional, y con ello el 50% sirve para mantener la
institución mientras que el 50% restante para la emisión de la moneda (Oliveira et al., 2018). La
convertibilidad de las monedas se basa en que por cada kilo de material reciclado (20 botellas) se
tiene un precio de R$0,80, y por tanto, cada Ideais le corresponde un valor de R$0,40 (p.476).
Con el paso del tiempo surgieron diferentes iniciativas similares, tales como las ferias
permanentes en Curitiba, donde se daba el encuentro entre consumidores y productores
contribuyendo de esta manera a la región metropolitana. Desde el 2012 estas ferias se basaban en
un trueque indirecto, donde los participantes previamente intercambiaban sus productos por la
moneda social Girasol (Beatriz et al., 2016). Los participantes compraban en la feria con la
moneda adquirida tras el intercambio inicial (pp.201-2). Cabe resaltar que el Girasol era
respaldado por el real, siendo su convertibilidad 1 a 1.
El banco comunitario Ecobanco (entidad organizadora de la moneda Girasol) también cumplía
con asistencia a microcréditos para los emprendedores que ofertaban sus productos en las ferias
(p.202). Además, este tipo de bancos impulsaron el uso de la moneda social facilitando
intercambios mediante divisas e incluso nexos con otros emprendedores para compartir y
expandir su producción. En un principio, los bancos comunitarios ofrecían los microcréditos a las
personas que se encontraban en la base de la pirámide de Brasil; es decir aquellas familias que
realizaban actividades económicas informales con bajos niveles de educación, y que vivían en
favelas (Siqueira, Mariano, y Moraes, 2014, p.322). Ahora bien, los bancos comunitarios también
otorgan créditos a empresas que incluso no se encuentran registradas como negocios formales. El
Banco Palmas, al ser un banco comunitario pionero, ha ido desarrollando una buena relación con
sus complementarios, e inclusive mediante estas alianzas, ha adaptado su moneda social de
manera electrónica (p.323).
La moneda social electrónica del Banco Palmas fue posible gracias al apoyo de la empresa
telefónica móvil Vivo, Mastercard, Redecard y del banco gubernamental Caixa. Precisamente el
Banco Caixa desarrolló una infraestructura financiera para simplificar o acelerar las transacciones
comerciales mediante el uso de la moneda social para los empresarios con bajos ingresos. Por su
parte, el Banco Palmas dispone de terminales electrónicos del Banco Caixa para las cuentas
corrientes o ahorros de sus clientes (p.326). De esta manera, el Banco Palmas se ha convertido en
un corresponsal bancario del Banco Caixa, lo cual le ha permitido cumplir eficientemente con el
pago de las prestaciones federales, como la Bolsa Familia, enfocada en ayudar a familias de
bajos ingresos (p.327). Sin duda alguna, la relación de complementariedad entre ambos bancos ha
sido un aporte para la mejora en sus servicios microfinancieros, como también al promover el
desarrollo económico, mejorando su estructura financiera, atrayendo a nuevos clientes y
animándolos a emprender (pp.326-7). Al analizar las relaciones de estos bancos con sus
proveedores, se resalta el ejemplo del banco comunitario Pajú, que al igual que el Banco Palmas,
ha dado la importancia necesaria al conocimiento financiero a partir de sus proveedores (pp.329-
1).
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. VIII, Año 2022, No. 2 (mayo-agosto)
Chile
En Chile, desde inicios del año 2000, han surgido redes de trueque en localidades como San
Felipe, Santiago Centro, Valparaíso, La Reina y Bernardo Reyes, conformando entre 500 a 800
personas (López, 2007, p.58). De igual manera, han surgido bancos del tiempo desde el 2008, y
monedas sociales como la Mocha en Concepción, Valpo y Pétalo en Valparaíso, siendo este
último similar a la moneda Par argentina (Hirota, 2021a, párr. 5).
La moneda Valpo nace en el contexto del estallido social de octubre del 2019 y al inicio de la
pandemia de COVID-19. El desarrollo de esta moneda se consolidó tras la conformación de la
Asociación de Economía Social y Solidaria de Valparaíso (Economía Solidaria, 2021, párr. 3–4),
siendo éste un instrumento electrónico, donde los prosumidores se registran en una página web,
teniendo acceso para ofertar y compartir sus bienes o servicios con la comunidad. Posteriormente
en las ferias virtuales se llevan a cabo las transacciones, estableciendo una equivalencia de 1
Valpo igual a 1000 pesos chilenos (Valpo Moneda Social, 2021, párr. 3–5).
Bolivia
De acuerdo con la Primera Conferencia Virtual Iberoamericana de monedas sociales y
complementarias, existen monedas sociales que actualmente han dejado de circular en algunos
países, tal como sucede en Bolivia (Hirota, 2021b, 11). En este país existen casos de comercio
justo y microfinanzas para las comunidades rurales, quienes aún mantienen el estilo ancestral de
trueque directo (p.70). No obstante, en el 2018, a partir de la Fundación Voces Libres, se llevaron
a cabo ferias de trueque con la moneda social Libre para el intercambio entre agricultores y
habitantes de la zona de Chimba, perteneciente al Departamento de Cochabamba. De esta forma
los agricultores lograban intercambiar sus productos agrícolas por artículos u objetos como
zapatos, ropa, bicicletas, entre otras (Opinión, 2018, párr. 9–11). Un Libre equivalía a un
boliviano (moneda nacional), y se mantenían diferentes cortes de 1, 5, 10 y hasta 50 libres con
sellos de seguridad y códigos numéricos junto con el escudo de Bolivia (párr. 11).
Venezuela
En Venezuela, la historia de trueques y de monedas complementarias se remonta desde la época
precolombina. Durante los siglos XVIII y XX, en varias comunidades rurales se realizaron
trueques directos, como también la intervención de vales como las Señas y Fichas para el
intercambio de bienes y servicios (Shephard, 2011, 44). Con el paso del tiempo, se fueron
incorporando a dichas Fichas elementos como medio de valor y de canje para diversas áreas
como transporte, clubes, turismo, entre otras. En los últimos años han existido aportes desde los
Ministerios de Poder Popular para la Economía Popular y del Poder para la Cultura, lanzando
proyectos de moneda social para impulsar mercados de trueque (p.45). De esta manera, en el
2006 se registran como monedas sociales a Chavito y Mirandino, como proyectos pilotos para las
ferias de Economía Popular y Solidaria en Caracas (p.45).
En el estado de Yaracuy se llegó a establecer el primer Mercado Comunitario de Trueque de
Venezuela, donde los bienes eran agrícolas y artesanales. En dicho espacio los prosumidores
utilizaban la moneda Lioniza, la cual tuvo una equivalencia con la moneda nacional de 1.000 Bs
(p.45). En el 2007 aparece el Zambo como moneda social para el intercambio de productos
agrícolas y de la pesca, el cual fue utilizado en las ferias donde participaban alrededor de 270
prosumidores. Similares iniciativas a nivel nacional se fueron replicando en diversas
comunidades, por ejemplo, en el Estado de Miranda con su moneda Cimarrón, o en el Estado de
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Anzoátegui con la moneda Soles (p.46). Todos estos proyectos dieron lugar a que en el 2008 se
desarrolle la Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular, misma que se basa en
fomentar, controlar y supervisar todos los sistemas de trueque y organizaciones populares con
moneda comunal, dándole un marco jurídico a este tipo de monedas complementarias (pp.46-7).
En efecto, la ley brinda atribuciones a que los prosumidores seleccionen su moneda comunal,
misma que es administrada y utilizada únicamente por los miembros de la comunidad. De manera
similar al caso brasileño, también en este sistema se le atribuyen ciertas funciones de regulación
al Banco Central de Venezuela para la circulación de la moneda comunal (Shephard, 2011). Por
su parte, Dittmer (2017, p.106) considera que estos sistemas de trueque implementados por el
gobierno de Hugo Chávez fueron poco flexibles ante su propio aislacionismo monetario, y de
fuerte igualitarismo. Por tal motivo, todo sistema de intercambio se basaba en un modelo único,
desarrollando a nivel nacional trueques muy homogéneos. Por su parte, Hirota (2017, p.169)
resalta la iniciativa directa del gobierno venezolano para establecer alrededor de catorce sistemas
de truque con moneda social a nivel nacional.
Colombia
En Colombia, tras la iniciativa del programa truequeando por Antioquia del Instituto para el
Desarrollo de Antioquia (IDEA), desde el 2002 han aparecido tres redes de trueque en zonas
urbanas: Carlos Eugenio Restrepo, La América, y en la zona rural de Santa Elena en Medellín
(Vélez, 2017, p.9). Este programa de las tres redes durante su primer año, contribuyó con 56
trueques implementados para intercambiar textos escolares con colegios y universidades, como
también productos agrícolas, y otros bienes o servicios en trueques abiertos (López,2007, p.70).
Dichas iniciativas fueron inspiradas de la comunidad del barrio Altamira, donde circuló el
Altamir como vale de intercambio local. Para tal efecto, antes de la feria los participantes
realizaban un primer intercambio de objetos usados como ropa o juguetes para obtener la moneda
social, misma que presentaba diferentes denominaciones en medio, cinco y diez Altamires (p.69).
En estas ferias antioqueñas se alcanzaba un promedio de 3.500 objetos intercambiados por
jornada, y también servicios como reparaciones del hogar u horas de clases de idiomas
extranjeros, considerando una equivalencia de mil pesos colombianos por cada Altamir
(Thomson y Arango, 2013, p.182). En la actualidad, el Altamir no se encuentra en
funcionamiento; sin embargo, su modelo fue la base para los siguientes intercambios
mencionados. Burke (2012, p.241) considera que estas iniciativas tienen un importante beneficio
socioeconómico para la comunidad, identificando que más de la cuarta parte de los hogares en
Medellín tienen deudas financieras formales. Adicionalmente, estas familias llegan a pagar hasta
un 27,95% de interés anual en préstamos comerciales, y un 48,5% en microcréditos, sin tomar en
cuenta aquellas deudas con usureros o grupos paramilitares, quienes cobran hasta un 20% en
intereses al mes (p.241).
En el año 2005 fue inaugurado el mercado de trueque de Santa Elena con alrededor de cincuenta
prosumidores registrados, quienes utilizaron los Floricambios como moneda alternativa para
adquirir o vender bienes y servicios (López, 2007, p.73). Este sistema de trueque indirecto
funcionaba a partir de un directorio donde los prosumidores colocaban los bienes que producían,
y por cuales deseaban intercambiarlos en las ferias o directamente de manera personal. La
circulación del Floricambio duró por 5 años más, debido a que pocas personas continuaron con la
logística y la convocatoria en las ferias, ya que varios líderes replicaron el sistema en otras
localidades (Vélez, 2017, p.97). Adicionalmente, los participantes encontraron cada vez más
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. VIII, Año 2022, No. 2 (mayo-agosto)
complejo el otorgar un precio con moneda social a los bienes o servicios, aumentando
paralelamente el uso del trueque directo (Ceballos et al., 2019, p.33).
De manera análoga con los sistemas descritos, y bajo la lógica del sistema de intercambio local
(SEL) francés, apareció la moneda social pajarito en Medellín (Burke, 2012, p.152). Los
prosumidores, al realizar sus intercambios, tenían que registrar sus saldos en positivo (al vender)
o negativo (al comprar) mediante un registro contable y considerando una equivalencia de 1
pajarito a 100 pesos colombianos (López, 2007, p.87). En este sistema también se cobran cuotas
por mantenimiento y para asegurar las transacciones. Los bazares o ferias también son espacios
para que el Pajarito se utilice directamente como vale de intercambio o facilitador como en el
caso de los Floricambios.
Funcionamiento de mecanismos de moneda social en América Latina
Los mecanismos para operar las distintas monedas sociales son diversos. En algunos casos la
forma de colocar dinero en las pequeñas economías (comunidades) tienen costos directos, un
segundo grupo se apalanca en operaciones crediticias, mientras que otros priorizan transacciones
con bienes específicos (un “cuasi-trueque”, donde se cambian las monedas sociales por el bien en
cuestión). En el presente capítulo se resumen los mecanismos de moneda social de varias
experiencias de Latinoamérica.
En el Ecuador, SINTRAL - Ecosimias presenta un modelo con mayor énfasis en el subsidio de
los costos del proyecto, principalmente en su fase inicial. Desde las organizaciones auspiciantes
(Fundación Educativa Pestalozzi y Rumihuaico) se establece un directorio de bienes y
habilidades (servicios), que serán ofertados y demandados por la comunidad; posteriormente, se
contactan a los prosumidores para generar el intercambio mediante las monedas sociales, sin
recargo de intereses. Finalmente se registran las transacciones realizadas dentro de una oficina
central, y en esta fase, se cobra un porcentaje de dichas transacciones que se dirige a las
organizaciones patrocinadoras (Schuldt, 1997). Otros sistemas similares que incluyen el uso de
ferias de trueque para utilizar las monedas sociales son: Ecobanco (Brasil), donde además dicha
organización recibe donaciones de organismos nacionales e internacionales para su
funcionamiento (Beatriz et al., 2016), y Valpo en Chile, donde además se utiliza un “tipo de
cambio fijo” con la moneda legal del país (Valpo, 2021). Por su parte, en el caso de los sistemas
Muyu y Jurupi, que utilizan como base de intercambio aplicaciones digitales, el mecanismo de
transacción inicia con un crédito automático a la cuenta en la moneda social, el cual deberá
utilizarse para realizar transacciones con otros usuarios en ferias virtuales cada fin de semana (El
Universo, 2021; Hirota, 2020a); dentro de esta metodología se podría incluir también a la moneda
Par de Argentina (Pardo, 2020).
El Banco Palmas coloca su moneda social en las comunidades beneficiadas utilizando el
mecanismo crediticio, es decir, incorporando el costo del dinero en la “inyección de liquidez” a
las comunidades beneficiarias, pero también entregando, paralelamente, créditos en moneda
oficial (Reales). Las Palmas son utilizadas especialmente para el consumo, teniendo como
incentivo de uso descuentos en las tiendas que reciben como medio de pago esta moneda. Por su
parte, los créditos en Reales se destinan al sector productivo, pues los insumos para las
actividades de los beneficiarios (especialmente agrícolas) no pueden generarse a nivel
comunitario; por tanto, se necesitan proveedores externos (Magalhães, 2020; UCLG 2010). Otro
sistema que incluye un costo de la moneda social es Mumbuca (banco comunitario de Mumbuca),
donde se reduce un 3% de las transacciones para costear la administración del mismo (Cernev y
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Las monedas sociales en América Latina: análisis de experiencias y enseñanzas para el Ecuador
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Diniz, 2020). Cabe resaltar que, el mecanismo de crédito del Banco Palmas es similar al de la
moneda social WIR de Suiza, donde también una institución financiera (Banco WIR) funciona
como banco central a un interés cero o cercano a cero y que además entrega créditos en WIR,
Francos suizos o créditos mixtos. En este modelo, las empresas que obtienen créditos con WIR
son obligadas a aceptarlos a cambio de sus bienes y servicios, propiciando así la circulación del
dinero (Hirota, 2017; Stooder y Lietaer, 2016; Zumárraga, 2014).
A diferencia del modelo del Banco Palmas donde existe un costo de la moneda social para los
usuarios, el sistema Udis en Centroamérica (García, 2011) es respaldado por la ONG holandesa
Social Trade Organization, que tiene un papel principal de emisor de moneda. Cabe resaltar que
este sistema también mantiene una paridad con las monedas de Honduras (1 Udi = 1 Lempira) y
Costa Rica (1 Udi = 1 Colón); además, en Costa Rica el Udi trabaja con instituciones
cooperativas, donde se puede pagar salarios y compras locales en tiendas de dichas
organizaciones solidarias.
Hay mecanismos de monedas sociales que, además de presentar características comunes como
uso de las monedas en ferias específicas o paridad con monedas legales en curso, también
vinculan a gobiernos locales en la dinámica de uso de las monedas sociales. Por ejemplo, la
moneda Pajarito de Medellín-Colombia es operada por el Gobierno Departamental de Antioquia,
el cual cobra una inscripción y cuota mensual para el uso de la moneda social, además, multa a
quienes no usan este medio de pago dentro de 1 mes, práctica que podría ser considerada como
un incentivo para por lo menos mantener la velocidad de circulación de las monedas ya colocadas
en el mercado (López, 2007). Por su parte, la moneda social Puntos de Venado Tuerto-Argentina
es válida para pagar hasta el 50% de los impuestos del municipio en cuestión, y, como
mecanismo de incentivo para su uso, presenta una tasa de oxidación de 5% en su valor nominal
por cada 4 meses de antigüedad, motivando que los usuarios se “deshagan” de su dinero
complementario en menos de este tiempo (Orzi, 2012).
Para finalizar la síntesis de algunos mecanismos de moneda social en Latinoamérica, se presentan
dos casos particulares: Tlaloc en México (Hirota, 2017) y Pet Mania en Brasil (Oliveira et al.,
2018). El primer sistema mantiene un funcionamiento mixto entre bancos del tiempo
5
y monedas
sociales, donde una ONG auspiciante emite vales de intercambio como crédito mutuo en tres
equivalencias: 1Tlaloc = 1 hora de trabajo, 1 Tlaloc = 25 pesos mexicanos y 1 Tlaloc = USD 3
dólares. En relación con Pet Mania, dicho sistema, a diferencia del resto analizados, utiliza la
actividad de reciclaje como proceso central en la emisión de moneda (Ideais), intercambiando
botellas plásticas reciclables (PET como se los denomina en Brasil) por un equivalente en
moneda social. La entidad generadora de la moneda (Instituto de Desarrollo Evangélico IDE)
recibe las botellas plásticas y las vende a mercados externos por Reales, utilizando parte de esta
renta para la emisión de los Ideais. Este esquema aparentemente es sustentable, pues utiliza un
recurso externo (reciclaje) para adquirir Reales y, con dichos recursos, consigue cubrir los costos
5
Según Barraza (2017, pp.55-6), los bancos del tiempo son mecanismos que, dentro de una comunidad, satisfacen
necesidades de mercados convencionales en el contexto del intercambio de servicios, medidos por tiempo de trabajo.
El mismo autor ejemplifica dicho funcionamiento de la siguiente forma: “A entrega un servicio a B (digamos que le
enseña computación), gana así un crédito, mientras que B adquiere una deuda (A+1 hora y B-1 hora). Teóricamente,
y sólo de manera causal en la práctica, B puede regresarle el servicio a A (le enseña, por ejemplo, a cocinar pasteles),
con lo que anula su deuda (A-1h y B+1h)”. Un ejemplo de bancos de tiempo son los “Ithaca Hours” establecidos en
New York – Estados Unidos.
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Revista Mikarimin. Publicación cuatrimestral. Vol. VIII, Año 2022, No. 2 (mayo-agosto)
administrativos y operativos de su moneda complementaria, apoyando a las comunidades
involucradas.
CONCLUSIONES
La presente investigación analizó las experiencias del instrumento “moneda social” en varios
países de América Latina, desde sus orígenes, desarrollo, y mecanismos de implementación y
ejecución. Esta revisión crítica de la literatura trae diversos elementos que podrían considerarse
como insumos para futuros programas de moneda social en el Ecuador, a pesar de los intentos
fallidos y/o experiencias aún vigentes, pero poco exitosas en el país.
Un primer punto es el incentivo que debería existir en los mecanismos de moneda social para que
todo beneficiario sea prosumidor, pues esta categoría de usuarios no solamente recurre al uso de
la moneda social como un medio de pago, sino que lo utiliza como parte de una visión económica
más amplia y activa, donde sus emprendimientos les podría permitir accesos a mercados
financieros y hasta transaccionar fuera de la comunidad de las monedas complementarias
(utilizando monedas nacionales), contribuyendo positiva e indirectamente a la estructura
económica de su localidad.
Un segundo punto es el posible apoyo de los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD) en
la implementación y desarrollo de las monedas sociales, teniendo como premisa que, la
participación de las organizaciones de la Economía Popular y Solidaria (EPS) serviría como
elemento catalizador en el uso de estos nuevos instrumentos monetarios locales. Dentro de los
casos citados en este documento se tiene a las monedas Pajarito (Colombia), Puntos (Argentina),
experiencias que denotan interés de los gobiernos auspiciantes en buscar respuestas viables a las
necesidades socioeconómicas de sus habitantes; de hecho, ¿quién mejor que un gobierno local
para entender los problemas y posibles soluciones de política pública de un territorio específico?,
esto sumado al importante respaldo – dentro del ámbito de la confianza – que recibiría la moneda
social en cuestión, una vez que la estabilidad de cualquier iniciativa monetaria se resume en el
grado de confianza de sus usuarios.
Como tercer punto, y retomando la participación de las organizaciones de la EPS en el desarrollo
de iniciativas de moneda social, se resalta el cuerpo legal que ampara a los sectores real y
financiero de la Economía Popular y Solidaria en Ecuador, el cual, si bien podría servir como una
base para normar el funcionamiento sostenible de este instrumento, tiene como contraparte
prohibiciones expresas en uso de monedas diferentes al dólar en el Código Orgánico Monetario y
Financiero. Como visto en la revisión de literatura, hay países donde la legislación y los
principales organismos monetarios contribuyen al desarrollo de monedas sociales, como el c3
uruguayo, el caso brasileño donde el trabajo conjunto entre diferentes órganos públicos y
privados (incluyendo al Banco Central del Brasil) permitieron desarrollar bancos comunitarios a
nivel nacional, e inclusive la Ley para el Fomento y Desarrollo de la Economía Popular de
Venezuela. También es importante destacar el papel de las cooperativas centroamericanas en el
intercambio de productos con moneda social, ejemplo que podría ser replicado en el país, una vez
que existen organizaciones similares en el sector real y financiero.
Además de los factores precedentes, a nivel operativo se recomiendan tres aspectos que
permitirían una mejor ejecución en posibles proyectos de monedas sociales en el Ecuador:
i) Utilización de billeteras electrónicas que permitan de forma ágil la creación y transacción
del dinero, sin que esto implique el uso de cryptomonedas, pues si bien la tecnología de
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blockchain sería útil en la operacionalización de las monedas sociales, las características alta
volatilidad y búsqueda constante de mayores rendimientos de las criptomonedas son factores
contrapuestos a los objetivos sociales y solidarios que se buscan con las monedas
complementarias analizadas en este proyecto;
ii) Implementar un modelo mixto que incluyan transacciones comerciales con moneda social
y pago de productos y servicios con el tiempo de trabajo de los prosumidores, tal como se realiza
en los llamados “bancos del tiempo”;
iii) Planificar la implementación de las monedas sociales como mecanismos financieramente
autosostenibles que, si bien pueden tener un componente de subsidio o apoyo público, privado o
no gubernamental en las fases iniciales, su éxito en el largo plazo dependerá además de la
confianza de los usuarios en el medio de pago – en que los costos operativos puedan ser cubiertos
en el mismo proceso de intermediación monetaria. Ejemplos: inyectar liquidez a las comunidades
beneficiarias mediante créditos que incluyan tasas de interés justas tanto para el administrador
como para el usuario, motivar un proceso de convertibilidad donde 1 unidad de moneda social
equivalga a una fracción del dólar, y que la moneda social al regresar al ente emisor (por
oxidación, con costo incluido) genere un rendimiento en moneda oficial para cubrir las despensas
del proyecto.
En resumen, existen iniciativas interesantes a nivel regional que podrían catapultar el uso de las
monedas sociales en el Ecuador. Sin embargo, su implementación dependerá de la coordinación y
trabajo conjunto de varios actores políticos, pero sobre todo de los actores económicos; es decir,
de aquellas comunidades u organizaciones interesadas en su implementación.
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